domingo, 15 de agosto de 2010

Reseña de Joaquín Benito de Lucas para el libro Amar es mi ejercicio de Manuel López Azorín/

Fotos: Joaquín Benito de Lucas
en la actualida
y con Manuel López Azorín
en 1992.




Esta reseña fue publicada en el nº 25 de la revista ilustrada de creación Cuadernos del Matemático en diciembre del año 2000(Páginas 126, 127 y 128).

El viaje amoroso en López Azorín
Amar es mi ejercicio: Manuel López Azorín
Talavera de la Reina 1998

Manuel López Azorín es un poeta de buena y mala suerte. De buena suerte porque la convocatoria de 1997 de los Premios de poesía de Talavera de la Reina, convocados por el Ayuntamiento de la ciudad,: el Premio “Rafael Morales” y el Premio “Joaquín Benito de Lucas”, obtuvo con dos libros diferentes sendos accésit en cada uno de ellos. Por otro lado, es un poeta de mala suerte, precisamente por eso, por haber obtenido dos accésit cuando estuvo muy cerca de conseguir el máximo galardón en ambos concurso, particularmente en el Premio “Joaquín Benito de Lucas”.

Pero en realidad, ahora eso importa poco. Lo que importa son los dos libros publicados en la colección “Melibea”: Versos para después de una película (Accésit del Premio “Rafael Morales” 1997) y Amar es mi ejercicio (Accésit del Premio “Joaquín Benito de Lucas” 1997) Con ello se ve recompensado el esfuerzo y la perseverancia de este poeta que “tardó en llegar a la poesía. Mejor dicho, tardó en conquistarla” – como ha dicho de él José Hierro –. Y es que desde su inclusión en la Antología de Escritores (199?) editada por el Ayuntamiento de Moratalla – lugar donde nació en 1946 – y la Comunidad Autonómica de Murcia, hasta hoy, López Azorín se ha entregado a la poesía con la vocación de un novicio y la exigencia y perseverancia de un monje de cenobio. Y junto a esa actividad creativa ferviente y silenciosa ha desarrollado una acción divulgadora de la poesía desde el Centro, desde Helicón, por él fundado, desde la revista Poesía en la diana y desde la dirección de “Tertulias de Autor” por donde ha hecho pasar a los autores vivos de la mejor poesía española contemporánea.

Su libro Amar es mi ejercicio, del que voy a hablar, tiene un marcado tono romántico que se expresa unas veces con nostalgia, otras con desesperación. Desde el primer poema términos como “llanto”, “llorar”, se va a prodigar a lo largo de muchos poemas más, unidos a expresiones como “el sabor de los besos”, “el canto del amor”, “verde y sombrío bosque” y formas interrogativas tales como “¿Recuerdas?”, ¿Acaso no fue un sueño?, etc. Ese ejercicio de amor a que se entrega el poeta narra la historia de una dura y larga separación amorosa, que llena de inquietud, desasosiego y angustia el corazón del sujeto lírico. De tal modo es así que el libro podría haberse encabezado con la estrofa que Enrique Heine pone al principio de su Intermedio Lírico y que dice: “De mis ansias tormentos y querellas / este libro es humilde panteón: / al hojear sus páginas, en ellas / aún sentiréis latir mi corazón.”
¿Por qué citar a Heine? Ni yo mismo lo sé, pero al leer muchos de los poemas de Amar es mi ejercicio me ha venido a la memoria el tono y la actitud del poeta alemán, en traducción de Teodoro Llorente, particularmente en aquellos poemas donde se canta con desconsuelo su desgraciado amor. Pero Manuel López Azorín no es un romántico de principios del siglo XIX, sino de finales del siglo XX. Por ello su libro, después de que “se pierde la esperanza / y a pleno sol se vuelve / la vida noche oscura y se detiene”, termina felizmente.

Apoyándose en el mito clásico del viaje, Penélope, símbolo de la amada, abandona la isla-hogar para un largo viaje que al amante se le antoja interminable. Tiene razón la poeta Carmina Casala cuando dice: “Nos encontramos ante una Penélope que asume el rol del hombre, una mujer valiente, decidida, viajera que emprende la búsqueda de un destino que, bajo el manto protector del héroe, nunca hubiera conseguido alcanzar.”
Por eso Ulises-Azorín se lamenta:
“Si malo es presentir que entre tus brazos
muero de amor y dicha al mismo tiempo,
peor es conocer este vacío
de bocas ensambladas
donde pierdo la vida recordando
el sabor de tus besos.”

Conocer el vacío que produce toda separación desconsuela al amante quien impaciente suplica a la amada que regrese:
“Ven, ven , para morir no siendo quiero
mejor sentir la muerte en tu caricia
porque sin ti soy nada.”

Volviendo a Heine, aunque no sé si nuestro poeta lo ha tenido presente – y sin pretender hacer un estudio comparativo – también cantó el vate alemán el instante doloroso de la separación. Y aunque en su caso sea el poeta quien se aleja, el resultado viene a ser el mismo: “¡Arrancado a tus labios de ambrosía! / ¡A tus brazos que tan dulces son! / Detenerme quería; / pero impasible el látigo movía / el fiero postillón. / ¡Esta es la vida, sí! ¡Continuo llanto, / continuo adiós, continuo padecer! / ¿Por qué si me amas tanto, / no tuvieron tus labios más encanto, / no tuvieron tus brazos más poder? ”.
Estas recriminaciones podrían ser las que Penélope dirigiese al amante. Pero su voz no suena en la despedida. Sólo se adivina a través de los ecos que deja oír la voz quejosa del enamorado.
“Dónde, mi amor, escondes la caricia,
el abrazo sin fin que necesito
para morirme henchido de alegría
y no en la soledad de la memoria…”

El llanto, el dolor, la tristeza de la separación es algo inevitable. El mundo parece quedarse vacío, ante nosotros se abre un precipicio por el que, como dice Blas de Otero, “parece que nos vamos a caer”.
El sujeto poético de Amar es mi ejercicio ve así el instante del adiós:
“¿Se puede llorar más,
se puede sufrir más y seguir vivo
en una noche oscura, interminable
a plena luz del día?”.

Oigamos lo que dice Heine en tales momentos: “Cuando se dan la mano dos amantes, / por siempre separándose quizás, / los sollozos, las quejas delirantes, / no terminan jamás. / Nosotros, en tan críticos momentos / ni un ¡ay! Tuvimos; pero ya lo ves: / los suspiros, los lloros, los lamentos / han venido después.”
No es éste, sin embargo, el caso de Amar es mi ejercicio donde al final el regreso de la amada puebla de luz la oscuridad del amante:

“Apareció la luz y, de repente,
se fue la sombra oscura
de mi noche de llanto dolorido”.

No tuvo necesidad, porque no existió razón para ello, de renegar de la amada, siempre en el corazón del paciente enamorado vivía agazapada la esperanza del anhelado regreso que le hace volver a la vida: “Verte es sentir la vida”, leemos en uno de los últimos poemas del libro. Heine tuvo menos suerte. Por ello, su espíritu satírico se recrea en el descrédito de la mujer que tanto amó. Así nos dice: ¡Están empozonadas mis canciones!.../ ¿No lo han de estar, mi amor? / Tú mataste mis dulces ilusiones / con tósigo traidor. / ¡Mis canciones están empozoñadas!.../ ¿No lo han de estar, mi bien? / Llevo en el alma sierpes enroscadas; / ¡te llevo a ti también!”
Pero no es este el tono lírico de nuestro poeta, ni su visión de la amada se aproxima a la que tiene Heine tan dolorosamente cruel. López Azorín termina su libro diciendo en el penúltimo poema:
“Yo sólo me quedé mirando al mar
de verdes olas bajo mi ventana
esperando escuchar con tu regreso,
la más dulce canción
y el más hermoso canto.”

Final feliz pues, de un libro lleno en algunos momentos de pesadumbre, en el que los poemas en verso blanco alternan con el soneto (seis en total) para transmitir unos fluctuantes sentimientos a través de los cuales sentimos latir el corazón del poeta.

Joaquín Benito de Lucas nació en Talavera de la Reina en 1934. Catedrático, ya jubilado, de Literatura Española en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado diversos libros sobre poesía actual, antologías de poetas contemporáneos y ediciones de clásicos. Como poeta cuenta con más de doce libros publicados, entre ellos, Materia de olvido que fue Premio Adonais en 1967, Memorial del viento,(Premio Miguel Hernández 1976) Campo de espuma, Antinomia (con varias ediciones) Dolor a solas (Premio Esquío 1991) Invitación al viaje, Álbum de familia, La mirada inocente (Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina” 2002), El reino de la niñez. Su último poemario se titula La escritura indeleble (2008) y acaba de publicar Calambur, hace unos meses, su poesía completa recogida en dos volúmenes con el título de La experiencia de la memoria (Calambur 2010)

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