viernes, 20 de agosto de 2010

Un poema de Manuel López Azorín en el blog: Poetas sin duende




En carne viva


A Rafael Arranz
A Francisco Salcedo
A Yolanda

ANDA el dolor del alma en carne viva
horadando tejidos y emociones
y anda la vida viva detenida
ahuyentando el dolor que, se propone,
ganarle la partida.

Anda la carne viva resistiendo
y en carne viva lucha y se mantiene
con la fuerza del alma, sin saberlo,
enfrentado a batallas que le hieren
para vencer el miedo.

Anda el alma perdida entre la carne
que viva y dolorida se conduele
y anda el sueño cerrando con alambres
-un punto de sutura que va y viene-
la herida de la carne.

Pero... ¿Y la herida y el dolor del alma,
quién le pondrá sutura a este desahucio?
Entre la carne viva el sueño vaga
y el alma dolorida, muy despacio,
le pone sueños para ver si sana.

Que anda la vida en carne viva...
y malherida el alma.

Autor: Manuel López Azorín


Pues bien, siguiendo con las entradas sobre poetas contemporáneos, aquí un poema de el Poeta Manuel López Azorín.


Manuel, es un poeta murciano nacido en Moratalla (Me gusta ponerle geografía a la poesía), ha colaborado y sido creador en y de diversas revistas de poesía y resulta buen conocedor del mundo poético actual, en su blog (del cual os dejaré un enlace seguidamente) -Soy el enlace- publica de forma constante e incansable noticias, comentarios etc. sobre actividades que van desde recitales y eventos varios relacionados con este mundillo hasta nuevas publicaciones de poemarios.


Ha publicado varios poemarios, entre ellos "Versos para después de una película" o "Azul de los afectos", a este último pertenece el poema de la entrada, poema que se encuentra entre los ganadores del premio Drakul de poesía premio del que ya hablé en otra entrada.

La imagen: Una fotografía de Manuel López Azorín, para ponerle cara a la poesía.

Dolor del alma, dolor físico, un binomio que siempre ha traido a generaciones de poetas de cabeza, en mi opinión, al final acaban doliendo los dos cuando alguno de ellos empieza a agonizar -es el precio a pagar por estar tan unidos a nuestro cuerpo, yo que soy futuro matasanos os lo digo- Aun así, hay varias diferencias entre estos dos tipos dolores por así llamarlos y estas desigualdades, siempre han sido usadas por los escritores como tema argumental en varios escritos suyos.
Pues nada chavales, a comentar que yo mientras me voy a la playa.

Y para acabar la entrada unos versos de Ángel González:

"Me duele solo el alma.
Nada grave."

Saludos Sinduendos.
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Palabras de presentación de Claudio Rodríguez para el libro: Versos para después de una películade Manuel López Azorin





Foto:Presentación de Claudio Rodríguez para Versos después de una película (1998) Libro de Manuel López Azorín. (El poeta Rafael Montesinos en el centro)

Este texto escrito por Claudio Rodríguez, para presentar mi libro Versos para después de una película, lo leyó en la Tertulia Literaria Hispamoamericana el día 3 de febrero de 1998. Junto a él estuvo el director de la Tertulia, el poeta Rafael Montesinos y, tras la presentación, aunque el libro aún no había salido de la imprenta, leí yo una selección de poemas de este accésit del Premio “Rafael Morales” de poesía. Fue en el Instituto Hispanoamericano de la Avda de los Reyes Católicos nº 4 de Madrid donde, cada martes se celebraba esta Tertulia por entonces.



Palabras de Claudio Rodríguez para la presentación de
Versos para después de una película



En unas palabras que me dirigió hace unos días Manuel López Azorín se refiere a su libro “Versos para después de una película” como una reflexión sobre la vida, el tiempo, la memoria y las personas y en efecto, a lo largo de las 7 secciones o apartados de que consta el extenso libro tanta diversidad temática se va unificando en el impulso reflexivo, descriptivo y emocional.

Desde “El primer paraíso” hasta “Fundido en negro”, se puede establecer, entre otras cosas, lo que pudiéramos denominar la clarificación de la experiencia a través del lenguaje.

Si la palabra que funda y que, por tanto, no es tan solo un vehículo o medio de comunicación sino creación de una realidad que sería distinta, o nos parecería distinta, si ella no existiera. Así compara nuestro poeta un poema con un guión cinematográfico: ”Se debe de pensar que la película / tiene descrita aquí, escena tras escena,/ imágenes, palabras, ritmo, música,/ cómo son los actores, (etcétera y etcétera)/ sin faltar un detalle./ Sabemos que no hay nada, en este caso/ cada guión se rueda / minuto tras minuto de latido.”
Entre presencia y ausencia, ganancia y pérdida, entre un tiempo de desdicha y de dolor con un fondo de melancolía y también entre un principio y un fin buscando el yo – como en el extraordinario poema “Soy yo” – a través de la temporalidad, entre el pensamiento y la realidad, y además de ello pienso que es necesario aludir a un recóndito y oscuro proceso del hombre, del poeta, donde nada es suyo y todo es suyo, en la soledad y oscuridad de sí mismo, y allí nace el día nuevo. Y como decía, “la verdad interna” aunque el pensamiento restablezca y se realice en la profundidad descriptiva del mundo exterior tan variado.

Poemas de evocación y de invención y de vivencia personal donde las ideas, los conceptos, las experiencias y las imágenes (que desaparecerán o se harán ilusorias como en un flash- back) se ensamblan y cantan junto al sentimiento, la percepción sensorial: aún más, son las cosas, las personas, las situaciones vividas o compartidas las que nos dan las ideas. Porque la base del pensamiento poético consiste en la “presentación concreta del mismo” a través de las cosas y del espíritu.


Veamos cómo en un solo fragmento, el III del poema citado “Soy yo” nos hallamos ante el puchero, las trébedes, el ventanal abierto, el espliego y la fruta, la escarcha, las escaleras, las tinajas, el cántaro, los lebrillos, el agua…

Es el acceso o acercamiento hacia la vida. Por ello este libro es como una confesión. Y el tono descriptivo y lírico a la vez alientan como una sinfonía, como una urdimbre “en un vuelo de búsquedas y esperado reencuentro” como uno de sus trenes amarillos.

Qué quedará, en un destino incierto, con presencia y ausencia inexplicables.

Película de la vida hasta llegar a la última toma del montaje, la última escena: “No es la voz, la grafía, no es la imagen,/ ahora es el silencio lo que abraza/ con fuerza, compasivo.


Manuel López Azorín ha escrito un libro personal y valioso “por donde pasa el aire, por donde llora y besa”, como la vida, con palabras verdaderas.

Claudio Rodríguez

3 de febrero de 1998

Claudio Rodríguez (Zamora 1934. Madrid 1999) estudió en Madrid Filosofía y Letras, en la Universidad Central de la calle de San Bernardo, y se licenció en Filología románica en 1957. En 1953, con su primer libro de poemas Don de la ebriedad obtuvo el Premio Adonais de Poesía. Conjuros, su segundo libro, lo publicó en 1958. Ese mismo año se marchó a Inglaterra como lector de español, primero a la Universidad de Notthingham, hasta 1960, y luego a la de Cambridge hasta que regresó de nuevo a Madrid, en 1964, para dedicarse a la enseñanza universitaria. En 1965 publico Alianza y condena, por este libro recibió el Premio de la Crítica. En 1976 publica su cuarto libro El vuelo de la celebración y en 1991 su libro Casi una leyenda.

Entre uno y otro Claudio Rodríguez publicó en Ediciones Cátedra un volumen (1983) titulado Desde mis poemas que reunía una selección hecha por él y que recibió el Premio Nacional de Poesía y en 1987 fue elegido Miembro de la Real Academia Española. Obtuvo, también, el Premio Iberoamericano de Poesía Reina Sofía y el Premio Príncipe de Asturias de las letras. Claudio Rodríguez está considerado, ya desde su primer libro, como uno de los poetas más extraordinarios de la poesía española.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Reseña de José Hierro para el libro: Versos para después de una películade Manuel López Azorín





Unas palabras de José Hierro a modo de prólogo


Manuel López Azorín tardó en llegar a la poesía. Mejor dicho, tardó en conquistarla. Antes hubo un largo asedio hecho de búsquedas, renuncias, fracasos, hallazgos, experimentaciones: nada se le dio gratuitamente. Esa es la razón de que este tercer libro suyo, tenga debajo una trabajosa prehistoria, unos sólidos cimientos, sangre, sudor y lágrimas.

Versos para después de una película es un título engañoso, porque estos versos son la película. Cada verso, un fotograma que relacionado con el que le precede y el que le sucede, desembocan en el poema, en la secuencia que nos comunica un fragmento de la realidad – vivida, evocada, soñada con nostalgia – vivida por el poeta.

Este libro es un documental rodado en la memoria. Documental: es decir, escenas que no nacen sumisas a un guión previo.“No hay guión prefijado (…)sólo hay un cuerpo en blanco(…) para anotar en él las incidencias/ a lo largo del tiempo de rodaje.”

No hay duda: es la vida del poeta – en su espacio y su tiempo – la materia prima de la película, su sentido – el guión –suspira mágicamente en el montaje.

La poesía – lo he dicho mil veces – ve más que el poeta. Así que el poeta, ante las tomas de su realidad vivida, olvidada y evocada a través del filtro del tiempo, descubre por qué la poesía lo llevó hacia el punto en el que el libro comienza.“Hallar conocimiento y desde él / comunicar si puedo…cuanto sé / de lo vivido en mí / de lo que advierten todos mis sentidos / sobre lo más hermoso, sobre lo más horrible / para dármelo y dároslo”.

Manuel López Azorín es poeta sobrio de expresión, de voz susurrante – veta machadiana –, íntima. Comunica directamente con el lector, quien lo siente próximo, pues entre ambos no se interpone la expresión orquestal, el brillante fuego pirotécnico. No sólo escuchamos a un poeta sino a un amigo que renuncia a la pirotecnia de la palabra para que ésta entre, sin darnos cuenta, en nuestra sensibilidad, como una emoción.

Imágenes, metáforas, adjetivos que no sean los necesarios, los poéticamente imprescindibles han sido arrojados a las tinieblas exteriores. En este paraíso – y su ruptura – sólo viven palabras transparentes, radiantemente desnudas.

José Hierro
(1997)

José Hierro, llamado por mí y por muchos coloquialmente Pepe Hierro, fue un gran poeta español nacido en Madrid, 3 de abril de 1922, pero se crió en Santander. Perteneció a la llamada primera generación de postguerra dentro de la corriente que se dió en llamar Poesía del desarraigo.
Con una poesía evocativa e intimista desarrolló lo que él solía llamar poesía de reportaje y poesía de alucinación. Poeta testimonial y existencial obtuvo el Adonais en los años cuarenta(1947, fue Premio Nacional de Poesía en 1953 y 1998, esta vez por Cuaderno de Nueva York,una el Premio de la Crítica por Cuanto sé de mí, fue el primer poeta en 1981 a quien se le concedió el Premio Príncipe de Asturias, en 1990 le concedieron el Nacional de las Letras por su obra, en 1998 se le concedió el Premio Cervantes. Libros importantes suyos son: Alegría, Quinta del 42, Cuanto sé de mí, Libro de las alucinaciones, Agenda y Cuaderno de Nueva York. falleció el 21 de diciembre de 2002.

domingo, 15 de agosto de 2010

Reseña de Joaquín Benito de Lucas para el libro Amar es mi ejercicio de Manuel López Azorín/

Fotos: Joaquín Benito de Lucas
en la actualida
y con Manuel López Azorín
en 1992.




Esta reseña fue publicada en el nº 25 de la revista ilustrada de creación Cuadernos del Matemático en diciembre del año 2000(Páginas 126, 127 y 128).

El viaje amoroso en López Azorín
Amar es mi ejercicio: Manuel López Azorín
Talavera de la Reina 1998

Manuel López Azorín es un poeta de buena y mala suerte. De buena suerte porque la convocatoria de 1997 de los Premios de poesía de Talavera de la Reina, convocados por el Ayuntamiento de la ciudad,: el Premio “Rafael Morales” y el Premio “Joaquín Benito de Lucas”, obtuvo con dos libros diferentes sendos accésit en cada uno de ellos. Por otro lado, es un poeta de mala suerte, precisamente por eso, por haber obtenido dos accésit cuando estuvo muy cerca de conseguir el máximo galardón en ambos concurso, particularmente en el Premio “Joaquín Benito de Lucas”.

Pero en realidad, ahora eso importa poco. Lo que importa son los dos libros publicados en la colección “Melibea”: Versos para después de una película (Accésit del Premio “Rafael Morales” 1997) y Amar es mi ejercicio (Accésit del Premio “Joaquín Benito de Lucas” 1997) Con ello se ve recompensado el esfuerzo y la perseverancia de este poeta que “tardó en llegar a la poesía. Mejor dicho, tardó en conquistarla” – como ha dicho de él José Hierro –. Y es que desde su inclusión en la Antología de Escritores (199?) editada por el Ayuntamiento de Moratalla – lugar donde nació en 1946 – y la Comunidad Autonómica de Murcia, hasta hoy, López Azorín se ha entregado a la poesía con la vocación de un novicio y la exigencia y perseverancia de un monje de cenobio. Y junto a esa actividad creativa ferviente y silenciosa ha desarrollado una acción divulgadora de la poesía desde el Centro, desde Helicón, por él fundado, desde la revista Poesía en la diana y desde la dirección de “Tertulias de Autor” por donde ha hecho pasar a los autores vivos de la mejor poesía española contemporánea.

Su libro Amar es mi ejercicio, del que voy a hablar, tiene un marcado tono romántico que se expresa unas veces con nostalgia, otras con desesperación. Desde el primer poema términos como “llanto”, “llorar”, se va a prodigar a lo largo de muchos poemas más, unidos a expresiones como “el sabor de los besos”, “el canto del amor”, “verde y sombrío bosque” y formas interrogativas tales como “¿Recuerdas?”, ¿Acaso no fue un sueño?, etc. Ese ejercicio de amor a que se entrega el poeta narra la historia de una dura y larga separación amorosa, que llena de inquietud, desasosiego y angustia el corazón del sujeto lírico. De tal modo es así que el libro podría haberse encabezado con la estrofa que Enrique Heine pone al principio de su Intermedio Lírico y que dice: “De mis ansias tormentos y querellas / este libro es humilde panteón: / al hojear sus páginas, en ellas / aún sentiréis latir mi corazón.”
¿Por qué citar a Heine? Ni yo mismo lo sé, pero al leer muchos de los poemas de Amar es mi ejercicio me ha venido a la memoria el tono y la actitud del poeta alemán, en traducción de Teodoro Llorente, particularmente en aquellos poemas donde se canta con desconsuelo su desgraciado amor. Pero Manuel López Azorín no es un romántico de principios del siglo XIX, sino de finales del siglo XX. Por ello su libro, después de que “se pierde la esperanza / y a pleno sol se vuelve / la vida noche oscura y se detiene”, termina felizmente.

Apoyándose en el mito clásico del viaje, Penélope, símbolo de la amada, abandona la isla-hogar para un largo viaje que al amante se le antoja interminable. Tiene razón la poeta Carmina Casala cuando dice: “Nos encontramos ante una Penélope que asume el rol del hombre, una mujer valiente, decidida, viajera que emprende la búsqueda de un destino que, bajo el manto protector del héroe, nunca hubiera conseguido alcanzar.”
Por eso Ulises-Azorín se lamenta:
“Si malo es presentir que entre tus brazos
muero de amor y dicha al mismo tiempo,
peor es conocer este vacío
de bocas ensambladas
donde pierdo la vida recordando
el sabor de tus besos.”

Conocer el vacío que produce toda separación desconsuela al amante quien impaciente suplica a la amada que regrese:
“Ven, ven , para morir no siendo quiero
mejor sentir la muerte en tu caricia
porque sin ti soy nada.”

Volviendo a Heine, aunque no sé si nuestro poeta lo ha tenido presente – y sin pretender hacer un estudio comparativo – también cantó el vate alemán el instante doloroso de la separación. Y aunque en su caso sea el poeta quien se aleja, el resultado viene a ser el mismo: “¡Arrancado a tus labios de ambrosía! / ¡A tus brazos que tan dulces son! / Detenerme quería; / pero impasible el látigo movía / el fiero postillón. / ¡Esta es la vida, sí! ¡Continuo llanto, / continuo adiós, continuo padecer! / ¿Por qué si me amas tanto, / no tuvieron tus labios más encanto, / no tuvieron tus brazos más poder? ”.
Estas recriminaciones podrían ser las que Penélope dirigiese al amante. Pero su voz no suena en la despedida. Sólo se adivina a través de los ecos que deja oír la voz quejosa del enamorado.
“Dónde, mi amor, escondes la caricia,
el abrazo sin fin que necesito
para morirme henchido de alegría
y no en la soledad de la memoria…”

El llanto, el dolor, la tristeza de la separación es algo inevitable. El mundo parece quedarse vacío, ante nosotros se abre un precipicio por el que, como dice Blas de Otero, “parece que nos vamos a caer”.
El sujeto poético de Amar es mi ejercicio ve así el instante del adiós:
“¿Se puede llorar más,
se puede sufrir más y seguir vivo
en una noche oscura, interminable
a plena luz del día?”.

Oigamos lo que dice Heine en tales momentos: “Cuando se dan la mano dos amantes, / por siempre separándose quizás, / los sollozos, las quejas delirantes, / no terminan jamás. / Nosotros, en tan críticos momentos / ni un ¡ay! Tuvimos; pero ya lo ves: / los suspiros, los lloros, los lamentos / han venido después.”
No es éste, sin embargo, el caso de Amar es mi ejercicio donde al final el regreso de la amada puebla de luz la oscuridad del amante:

“Apareció la luz y, de repente,
se fue la sombra oscura
de mi noche de llanto dolorido”.

No tuvo necesidad, porque no existió razón para ello, de renegar de la amada, siempre en el corazón del paciente enamorado vivía agazapada la esperanza del anhelado regreso que le hace volver a la vida: “Verte es sentir la vida”, leemos en uno de los últimos poemas del libro. Heine tuvo menos suerte. Por ello, su espíritu satírico se recrea en el descrédito de la mujer que tanto amó. Así nos dice: ¡Están empozonadas mis canciones!.../ ¿No lo han de estar, mi amor? / Tú mataste mis dulces ilusiones / con tósigo traidor. / ¡Mis canciones están empozoñadas!.../ ¿No lo han de estar, mi bien? / Llevo en el alma sierpes enroscadas; / ¡te llevo a ti también!”
Pero no es este el tono lírico de nuestro poeta, ni su visión de la amada se aproxima a la que tiene Heine tan dolorosamente cruel. López Azorín termina su libro diciendo en el penúltimo poema:
“Yo sólo me quedé mirando al mar
de verdes olas bajo mi ventana
esperando escuchar con tu regreso,
la más dulce canción
y el más hermoso canto.”

Final feliz pues, de un libro lleno en algunos momentos de pesadumbre, en el que los poemas en verso blanco alternan con el soneto (seis en total) para transmitir unos fluctuantes sentimientos a través de los cuales sentimos latir el corazón del poeta.

Joaquín Benito de Lucas nació en Talavera de la Reina en 1934. Catedrático, ya jubilado, de Literatura Española en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado diversos libros sobre poesía actual, antologías de poetas contemporáneos y ediciones de clásicos. Como poeta cuenta con más de doce libros publicados, entre ellos, Materia de olvido que fue Premio Adonais en 1967, Memorial del viento,(Premio Miguel Hernández 1976) Campo de espuma, Antinomia (con varias ediciones) Dolor a solas (Premio Esquío 1991) Invitación al viaje, Álbum de familia, La mirada inocente (Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina” 2002), El reino de la niñez. Su último poemario se titula La escritura indeleble (2008) y acaba de publicar Calambur, hace unos meses, su poesía completa recogida en dos volúmenes con el título de La experiencia de la memoria (Calambur 2010)

viernes, 13 de agosto de 2010

Palabras de Carmina Casala para el libro Amar es mi ejercicio de Manuel López Azorín


Palabras a manera de prólogo que Carmina Casala escribió en 1997 para el libro Amar es mi ejercicio. Libro que obtuvo el accésit del Premio de Poesía Joaquin Benito de Lucas y que, confieso, yo sentí como Premio Total y Absoluto más adelante. Por esta razón, inexplicable, siempre me ha parecido que tengo el Premio y, a veces, se me escapa y digo Premio en lugar de accésit.
En la fotografía:Carmina Casala y Manuel López Azorín

Amar es mi ejercicio

Nos hallamos ante un libro profundamente lírico, donde lo intimista, lo quebradizo, lo incomunicable, como lo es todo aquello que mueve y conmueve las sensaciones, deja de navegar por todas las estrellas de los mares helénicos y echa el ancla en una isla de la que Ulises , iluso, no puede ni quiere salir.

Amar es mi ejercicio, un título que necesariamente nos lleva hasta San Juan de la Cruz, es una obra que presenta al más popular de los héroes aqueos totalmente desmitificado, en aras de una heroína que, de repente, trasciende su época situándose familiar y cercana en el tiempo.

La Penélope de Manuel López Azorín es, en efecto, una mujer del siglo XX que abandona a su marido no en misión ordenada por los dioses y que implique el retorno, sino en una huida hacia adelante que coloca la espera de Ulises al límite de lo absurdo. Nos encontramos ante una Penélope que asume el rol del hombre, una mujer valiente, decidida, viajera, que emprende la búsqueda de un destino que, bajo el manto protector del héroe, nunca hubiera conseguido alcanzar.

Por otra parte, el libro nos presenta a un Ulises humanizado, perdedor, que canta y llora no la pérdida de una mujer, sino la destrucción de un esquema de mujer. Habría que preguntarse si, al final, éste asume la parte de derrota que la dialéctica del amor exige, y si no será, en realidad, que el héroe no desea el retorno de su heroína. Estamos ante un Ulises y una Penélope de nuestros días, donde no cabe otro sometimiento que el que el propio sentir impone a los individuos, en tanto que individuos.

Así es como creemos que debe entenderse este ejercicio de amar, que , por otra parte, nos lleva, a través de un lenguaje transparente, sencillo y bello, a gozar de lo más puro y esencialmente poético de la lírica española actual.
Versos breves, interruptos, como un pensamiento abandonado, describen de forma casi impresionista el estado de confusión mental en que suelen sumirse los amantes. Entornos paisajísticos encuadran dichos sentimientos , como si estuviesen flotando entre campos de olivos y pámpanos, campos mediterráneos sedientos, que miran sin alcanzarlo nunca, a un mar lagrimal e ilusorio. Este escenario se interrumpe tan sólo por la sorpresa de lo inesperado, del verso repentinamente lógico y distinto del resto, que completa un cuadro armónico en el que cada elemento tiene su razón de ser propia y suficiente.

Destaca en este poemario la originalidad con que su autor aborda un tema tan antiguo como es el amor, y sus inseparables compañeros, del desamor, el abandono, la espera, la desesperanza, la lucha y la derrota. Manuel López Azorín ha coronado un libro con vocación de permanencia que le enriquece y nos enriquece a todos con él.

Carmina Casala
(Noviembre de 1997)

Carmina Casala es poeta. En 1981 publica su primer poemario Las aristas del silencio tras obtener el Premio Carilda Oliver Labra. En 1982 le otorgan el accésit del Premio Rafael Morales y en 1983 la colección Melibea publica el libro El clamor sin perfiles de las aguas.en 1983 funda la Asociación Cultural Rabindranath Tagore y dirige su colección de poesía. En 1985 le conceden el Premio Ibn Jafaya con el libro Ahora que las algas agonizan. Edición del Instituto Hispano Árabe de Cultura, 1986. En 1987 obtiene el accésit del Premio Adonais con su libro Lava de labios. Ediciones Rialp 1988. Le conceden el 1994 en Premio Bustarviejo y en 1995 el Premio Internacional de Villa de la Roda. En 1996 publica en Ediciones la Palma su libro Octubre sin raíz. En 1999 obtiene el Premio Marco Fabio Quintiliano por su libro Albaluna que se publica en el año 2000. En 2001 le conceden el Premio Almedina de poesía con el libro Desde la otra arena. Libro que no se publica hasta el año 2005.
Está incluida en numerosas antologías colectivas.