domingo, 31 de octubre de 2010

Palabras de Joaquín Benito de Lucas para el Prólogo del libro Azul de los afectos de Manuel lópez Azorín




Azul de los afectos
Colección Literaria Universidad Popular
Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes. Madrid 2001.

Estracto del Prólogo escrito en el año 2001 por Joaquín Benito de Lucas para
este libro de Azul de los afectos

DE AFECTOS Y ADMIRACIONES

La poesía lírica es posiblemente el medio escrito más adecuado para expresar con sincera retórica los sentimientos de admiración, agradecimiento y afecto que sintamos por las personas y las cosas. “Oh excelso muro, oh torres coronadas/ de honor, de majestad, de gallardía!” dijo Góngora ensalzando a Córdoba, su ciudad natal.(…) El procedimiento de la poesía lírica en forma de homenaje es el que emplea Manuel López Azorín para ensalzar – digo bien, ensalzar – por medio del verso a una serie de hombres y mujeres, poetas y no poetas, a los que está unido por la amistad o la admiración o ambas cosas a la vez.
Azul de los afectos es una especie de diario íntimo en el que su autor ha ido anotando sus experiencias personales con los personajes que canta. Unas veces serán experiencias lectoras, otras de convivencia, en algunos casos ambas a la vez, lo que da como resultado una serie de retratos que ha ido dibujando dejándose llevar la mano por los méritos – literarios y humanos – del personaje cantado. Pero, sobre todo, dejándosela llevar, sin apenas darse cuenta, por la mirada generosa, amorosa y complaciente con el que ha visto a cada uno de ellos.
Hay quienes nacen para amar y quienes nacen para ser amados. Manuel López Azorín es querido, estoy seguro, por todos y cada uno de estos hombres y mujeres sobre quienes escribe. Y razones hay para ello. Su actitud y comportamiento durante muchos años al frente visible de la labor cultural y, sobre todo, poética llevada a cabo por el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, le ha hecho granjearse el afecto, posiblemente también azul, es decir, bajo el cielo raso de San Sebastián de los Reyes, de todos los que hemos pasado por el Colectivo Helicón y sus “Tertulias de Autor”. En correspondencia , y en esto pienso representar a todos, esa actitud ha hecho, a su vez, que cuantos con él convivimos en esas sesiones, le hayamos sentido como algo nuestro. No sólo por el comportamiento hacia nosotros más arriba indicado, sino porque en ese comportamiento hemos ido descubriendo, día tras día, un alma de poeta que se entrega sin doblez, a todos los que a ella se acercan. Así, pues, Manuel López Azorín ha nacido para amar y también para ser amado.
Azul de los afectos es un libro de poemas por el que nos enteramos, no de cómo somos nosotros, sino cómo es Manuel López Azorín, algo que, por otro lado, ya conocíamos.
El libro, amplio, extenso, porque hasta en eso muestra su generoso espíritu, se divide en dos partes: la primera se titula “Hombres”; la segunda, “Mujeres” más un prólogo y un epílogo compuesto por sendos poemas. Contiene, en total, sesenta composiciones cada parte
Como final sólo me queda decirle que no era necesario tanto esfuerzo, que nuestro agradecimiento, y creo que hablo en nombre de todos, es tan grande como su entusiasmo lírico y que nuestra admiración a su trabajo tiene las mismas dimensiones que tiene nuestra amistad. Sólo una objeción: con sus hermosos y sentidos poemas ha agigantado nuestra vanidad. Y eso no es de amigos.
Joaquín Benito de Lucas
Universidad Autónoma de Madrid

Joaquín Benito de Lucas nació en Talavera de la Reina en 1934. Catedrático, ya jubilado, de Literatura Española en la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha publicado diversos libros sobre poesía actual, antologías de poetas contemporáneos y ediciones de clásicos. Como poeta cuenta con más de doce libros publicados, entre ellos, Materia de olvido que fue Premio Adonais en 1967, Memorial del viento,(Premio Miguel Hernández 1976) Campo de espuma, Antinomia (con varias ediciones) Dolor a solas (Premio Esquío 1991) Invitación al viaje, Álbum de familia, La mirada inocente (Premio Ciudad de Córdoba “Ricardo Molina” 2002), El reino de la niñez. Su último poemario se titula La escritura indeleble (2008) y acaba de publicar Calambur, hace unos meses, su poesía completa recogida en dos volúmenes con el título de La experiencia de la memoria (Calambur 2010)

lunes, 25 de octubre de 2010

Rafael Morales: Palabras en la Presentación del Libro del desconcierto de Manuel López Azorín




Palabras de Rafael Morales para la presentación
del Libro del desconcierto. de Manuel López Azorín en Los miércoles de la poesía de Fina de Calderón

Conchita Morales Barba: Mi padre hubiera querido estar hoy aquí con todos nosotros, pero de algún modo se hace presente con las palabras que ha escrito para Manuel. Voy a leerlas.


Hace ya varios años que conocí personalmente a Manuel López Azorín. Fue al final de un acto cultural y nos presentó Claudio Rodríguez. Nadie me dijo entonces que Manuel era poeta y yo tuve la impresión de que se trataba de un gran hombre, de un hombre tímido, preocupado por la literatura y el arte. Supe que organizaba actos culturales en San Sebastián de los Reyes y sus cercanías. Esta primera y superficial impresión fue ya suficiente para que le apreciase y le valorase.

Ahora bien, tal aprecio no se quedó en ese estado incipiente sino que creció muy pronto, enseguida que conocí más a fondo lo que López Azorín significaba culturalmente en la industriosa y dinámica ciudad de San Sebastián de los Reyes en la que él ha creado un mundo poético que ha trascendido más allá de los límites municipales. Muéstralo así la fundación del grupo Helicón para la poesía y la narrativa muy especialmente para aquella pues al amparo de este grupo, que se inició mediados los ochenta, han desfilado por su ciudad las más representativas figuras de la poesía contemporánea cuyas lecturas de poemas han sido difundidas íntegramente y en directo a través de la televisión local Canal Norte T.V. con lo que la poesía ha llegado a los hogares de San Sebastián de los Reyes y sus cercanías. Yo mismo tuve la fortuna de ser invitado, en 1993, en “Tertulias de Autor” del grupo para dar una lectura comentada de mi poesía.

Por otra parte, ya en plano minoritario, López Azorín fundó la revista “La música de la palabra” que recogía, principalmente, la voz de los poetas de Helicón y de la ciudad. Es evidente pues que Manuel López Azorín no es sólo un buen poeta sino también un promotor de la poesía y lo es hasta tal punto que San Sebastián de los Reyes cuenta actualmente entre los focos o centros más significativos de la poesía de nuestro tiempo.

Por último no podemos olvidar que esta importante batalla por la poesía que López Azorín, casi consagrado a ella, gana día a día, se enriquece con la creación en 1996 del “Centro de Estudios para la Poesía,” ubicado en la Universidad Popular José Hierro y dependiente del Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes y, que yo sepa, es el primero creado en España. Allí, poco a poco, va reuniendo documentos y una biblioteca poética de gran interés.
Por otra parte nuestro poeta lleva la poesía a los Institutos de Secundaria de la localidad donde han leído y comentado sus poemas muchos de los más prestigiosos poetas de la hora actual.

Y por si todo esto no fuera ya suficiente Manuel López Azorín funda la revista” Poesía en la diana” que, en su tres números publicados ha reunido diversos estudios monográficos sobre la obra de José Hierro, Claudio Rodríguez y mía, despertando el interés de Universidades y Centros Culturales de toda España.
En cuanto a su propia obra poética ha sido galardonado en varias ocasiones, últimamente en el Ayuntamiento de Talavera de la Reina con el Premio que lleva mi nombre.

El libro premiado se titula “Libro del desconcierto” y en gran parte del mismo el poeta nos muestra la angustia de tener que vivir en un mundo confuso y desconcertante que hace imposible el logro de la paz, de la justicia y de la solidaridad y es en el amor donde el poeta busca la solución. Oigamos sus propios versos:
(Veo aquí con sorpresa que mi padre ha elegido unos versos que había seleccionado Fina también, son tan hermosos que, aunque los hayáis oído ya, los voy a leer.)
“Contemplo tu mirada de madreselva oscura.
Ahuyentas soledades y rompes los silencios,
con tu fragante brillo de iluminada aurora,
sobre el perfil de sombras asido a mi camino
y todo se disipa: el miedo, la tristeza,
la angustia, el desconcierto,
el frío del olvido y este dolor sin límite
con el calor que ofrecen tus ojos a los míos.”

Poeta de un tiempo de angustia y dolor Manuel López Azorín escribe con su propia vida. José Hierro lo ha precisado muy bien al observar que no es el juego verbalista lo que se destaca en la obra de este poeta sino la desnudez del pensamiento y del sentimiento. He aquí sus palabras: “Imágenes metáforas, adjetivos que no sean los necesarios, los poéticamente imprescindibles, han sido arrojados a las tinieblas exteriores. En este paraíso, y su ruptura, sólo viven palabras transparentes, radiantemente desnudas.” Hago mías esta palabras de José Hierro que resumen agudamente la calidad de un estilo, el de lo buen poeta que es Manuel López Azorín.

Rafael Morales
Mayo- junio de 2001



Conchita Morales Barba es profesora de Instituto, hija de Rafael Morales.

Rafael Morales: (Talavera de la Reina 1919- Madrid 2005) que comenzó a escribir versos a la edad de siete años, estudió Filosofía y Letras y se licenció en la Universidad de Madrid. Estudió dos años en Portugal y allí se licenció en Literatura portuguesa en la Universidad de Coimbra. Dirigió la revista La estafeta Literaria y el Aula de Literatura del Ateneo de Madrid. Rafael Morales fue el miembro más joven de la Liga de Intelectuales Antifascitas.

Con apenas veinte años publicó poemas en diferentes revistas. Estuvo muy influenciado por el poeta Miguel Hernández, a quien conoció personalmente, y practicaba un verso formal y humanista dentro de lo que Dámaso Alonso llamaba “poesía arraigada de la primera generación de postguerra”. Su primer libro Poemas del toro (1943) inauguró la prestigiosa, luego, colección Adonais. A este primer libro le siguieron El corazón y la tierra (1946), Los desterrados (1947) que fue el primer libro de poesía social de su época, pasando así de la poesía “del arraigo” a la llamada “del desarraigo”. En 1954 escribió Canción sobre el asfalto considerada, entonces, como su obra más madura donde, Rafael, canta a las cosas más humildes. (fue Premio Nacional de Poesía ). La máscara los dientes (1964) y años más tarde publicó La rueda y el viento(1971), Prado de serpientes (1982) En este mismo año publico un librito de mucho interés Reflexiones sobre mi poesía y luego en 1993 Entre tantos adioses que obtuvo el Premio Internacional de Melilla.. En varias ocasiones se ha publicado su obra completa, la última fue en 1999, pero después, en 2003, publicó un nuevo libro titulado Poemas de la luz y la palabra. Rafael Morales fue siempre un enamorado de la palabra y siempre a la búsqueda de la precisa, de la justa. Falleció el 29 de junio de 2005.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Palabras de Antonio Hernández para Libro del desconcierto de Manuel López Azorín




Esta presentación la escribió Antonio Hernández en enero de 2001 para presentar el libro, en febrero, en la Tertulia Literaria Hispanoamericana de Rafael Montesinos y luego, la adaptó ligeramente para Los miércoles de la poesía de Fina de Calderón. Un fragmento se publicó en la solapa del Libro del desconcierto.

Palabras de presentación de Antonio Hernández para Libro del desconcierto

Buenas tardes, Gracias fina de Calderón por esta oportunidad que me da para hablar de Manuel López Azorín persona a la que estimo profundamente y poeta al que admiro con absoluta sinceridad.
Manolo López Azorín es tan modesto y tan elegante que cuando hace un favor da la impresión de que lo ha recibido. Dicen que la humildad precede a la gloria, pero ya es bastante la gloria de evitárse las heridas que hacen sangrar al vanidoso,
y le envidié además por Ana, su mujer, tan bella como inteligente, y acaso porque la envidia es una forma de reconocer la superioridad que no compite.

Le conocí va ya para unos quince años en San Sebastián de los Reyes, en su Helicón, patria de las musas según Hesiodo, y lo primero que le vi fue las sandalias de monje que no llevaba, antes que el rostro afable de quien estaba opositando a la simpatía. Tenía cara de cura o ex-seminarista progre facción PC de España. Daba la impresión de que a la montaña de Apolo había llegado directamente del Pozo del Tío Raimundo. Sólo bastante después estuve seguro de que nunca había bendecido en el nombre del Padre y que su ruta pasaba por Marx aunque fuera capaz, también, de entender a Groucho.

La buena gente, antes de corromperse, suele dar en eso: en religioso, en militante o en poeta. Manolo se ha quedado en lo último porque descubrió a tiempo que las tinieblas infernales no existen sino en la ignorancia. La militancia no lleva más que al gregarismo y, por fin, la poesía nos hace libres si no le hacemos caso a la llamada del éxito que controla la tiranía de los subalternos.

Pero lo que son las cosas. Ahora el éxito se ha cebado con él, con lo que podríamos decir, si estuviéramos libres de pecado, que ha manchado su impecable carrera de fracasos con un premio de categoría (lo digo así porque, hasta el momento, lo habían “accésinado” en dos ocasiones. En el Joaquín Benito de Lucas que es el premio junior de Talavera de la Reina y en el Rafael Morales que es el senior de la misma ciudad. Dos accésit, con lo que eso tiene de caramelo que sólo llega a la punta de los labios). Pero a la tercera de ir a por lana y cerámica, salió trasquilado y ahora es colega mío en ese premio tan precioso llamado Rafael Morales que yo gané en su tercera edición.

Lo digo así porque la cosa va de tres y me conviene el número ya que no podía callármelo. Yo soy el tercer presentador de Manolo aquí, precedido de Fina de Calderón y de Enrique Gracia y, en la Tertulia de Montesinos, donde ya presenté este libro, fui precedido por anteriores presentaciones de José Hierro y Claudio Rodríguez. ¿Sera por algo, será casualidad? No crean que voy a caer en la trampa de creerme próximo a esa altura que le da a la caza alcance.

El libro que va a leernos, como ya ha dicho Fina de Calderón, está dedicado a uno de ellos y su envío dice así: "A Claudio Rodríguez, que me ofreció su amistad y afecto y me enseñó, con su proceder, que la humildad es el don de la grandeza."
Heine, el gran poeta romántico alemán decía que la cabaña había que construirla en el valle, no en la cima, pero la gratitud no es una virtud porque debe clasificarse entre los mejores placeres.

El libro ganador del Rafael Morales que esta tarde-noche nos va a leer se titula "Libro del desconcierto" cuando su contenido predominante sintetizaría mejor con otro que hiciera alusión a la fugacidad de las cosas. Ya la cita de don Francisco de Quevedo nos lo anuncia: "Ayer se fue. Mañana no ha llegado./ Hoy se está yendo sin parar un punto./ Soy un fue y un será, y un es cansado."
El tiempo es “este vivir a golpes de relojes y pulsos”. O sea “una manera de abandonarse, todo, al desconcierto”. La cuestión está clara y la estructura del libro desde los versos quevedianos, se presenta diáfana: Pasado, presente y futuro, sea el primero Imperfecto, el segundo indicativo y el tercero Condicional, es decir: infancia, luz de entonces, sueño, memoria, tiempo “pretérito imperfecto de la vida / que a veces me visita” en el primer movimiento poemático: la madre, el pueblo, la casa… Juan Ramón, Juan Ramón Jiménez, el gran poeta de Moguer lo dejó escrito con letras de oro evocando a su pueblo: “La luz con el tiempo dentro”.

La Mujer amada, la hija pintora por el azul de Grecia, una postal de sus islas, la vida en fin, que se va escapando a cada instante en la segunda sección de este libro y, en la tercera y última, el terror de haber sido apenas y estar dejando sin saber qué será de nosotros. Las eternas preguntas otra vez, los clásicos y don Antonio Machado, nuestro clásico más joven y más reciente: "Saber nada sabemos, / de arcano mar vinimos, / a ignota mar iremos" y el deseo unido al cansancio de tanta falsedad y al miedo. Morir para saber, miedo de que así no sea sino una infinita oscuridad, una aleación de sombra o nada con la llegada de la muerte: "Quiero que venga la noche, / que su misterio me abrace / y que me envuelva en su sombra, /de oscuridad, para darme / descanso de tantas luces / tan falsas como brillantes./ Temo que venga la noche, / que su misterio me abrace."

El río heraclitano exige un epílogo como las corrientes de agua concluyen en el mar. La paradoja, la contradicción permanente ha fluido sin cesar hecha canto, música, tabla de salvación. Los cascos de Pegaso al chocar con el monte Helicón produjeron la fuente Hipocrene, consuelo al fin en el consuelo, motor y causa en el poema de ese ser que concilia a los contrarios en una creación del hombre para aplazar la muerte y sortear las olas del No desconcierto, para apagar la sed que brota dentro de un vivir que fluye y que se agota.

Manuel López Azorín, en este libro, se ha metido dentro del conflicto. Ya no canta la vida en sus primores sino que va al hueso del ser en cuanto tal, sus propiedades, principios y causas primeras. Decía Voltaire que la metafísica no es, en general, más que la novela del alma. Y que esta novela no es tan divertida como "Las mil y una noches." Pero, independientemente de los contenidos, estamos hablando de poesía, esa metafísica de la emoción que requiere su música, su garra y su ternura, a lo que Manolo le añade su pizca de culturalismo mitológico porque, y esto lo refrenda Valéry, los mitos son las almas de nuestras acciones y nuestros amores.

En efecto, no podemos actuar más que moviéndonos hacia un fantasma. No podemos amar sino lo que creemos; pero – os dejo dentro de muy poco con el poeta que es quien importa - su ejercicio de amor a la vida, su latido de poesía, siempre serán de más interés que estas palabras de amistad y admiración sincera aunque no necesariamente por este orden, en él, en sus poemas, van a encontrar a un hombre y, en ese hombre, su biografía como un primer plano de la historia, es decir, de su alegría y de su dolor sucediéndose, por algo cita a José Hierro: "Llegué por el dolor a la alegría"; pero que sea él, cuando le toque, quien nos lo cuente.
Si Shakespeare sólo puede ser el único biógrafo de Shakespeare, de nuestro poeta esta noche, sólo lo puede ser Manuel López Azorín. Que llegue a la diana su saeta, que nos acierte, que lo hará, seguro, en el corazón, su verso hecho ternura y añicos.
Antonio Hernández
Enero de 2000


Antonio Hernández nació en Arcos de la Frontera (Cádiz) en 1943.
Realizó estudios de Ciencias de la Educación. Es periodista., articulista, narrador y poeta. En su obra poética, desde su primer libro El mar es una tarde con campanas (1965) hasta el último publicado, A palo seco (2008), ha publicado quince libros de poesía. Poesía que en este año de 2010, la Editorial Calambur ha reunido en dos volúmenes con el título genérico de Insurgencias. (Poesía 1965 – 2008)
Como poeta ha obtenido premios como el Gil de Biedma, el Premio Nacional de la Crítica, el Miguel Hernández
Esta en posesión de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
Como novelista consiguió el Premio Andalucía, el Premio Valencia…
Como ensayista publicó La poética del 50: una promoción desheredada
Ha sido traducido a varios idiomas y desde su fundación, es Presidente de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios.

martes, 12 de octubre de 2010

Enrique Gracia: palabras de presentación del Libro del desconcierto de Manuel López Azorín



Palabras de Enrique Gracia en la presentación
de Libro del desconcierto en Los miércoles de la poesía

Gracias Fina y gracias a todos por estar aquí esta noche. Los que han tenido la santa paciencia de escucharme en alguna conferencia , alguno digo yo que habrá, los que se hayan dormido en la primera y han repetido en otra por ser buena gente y amable, esos, digo yo, pueden recordar que yo insisto frecuentemente en la necesidad o no de la poesía. Me llena de terror que un poeta escriba por escribir. La necesidad es una materia prima de la poesía. A las más hermosas palabras superfluas, a las más brillantes palabras de oficio, a las rimas de estilo gorgorito populista a los ritmos de condición doctoral hay que darles cuanto valor tengan, a veces muchísimo, pero si no son necesarias, si no salen de la sustancia de la vida, corren el riesgo de quedarse en floración primaveral para castigo de alérgicos y cabriolas de incondicionales, pero poco más.

Manuel López Azorín es un poeta necesario y hace la poesía necesaria, según vamos leyéndola, vamos viendo que es parte de su vida y que se convierte irremediablemente, dolorosa o gozosa, triste o esperanzada, sutil o a quemarropa, se convierte, digo, en parte de nuestra propia vida.
Un poco de droga es, se lo aseguro a ustedes, el libro que hoy nos trae. Debería figurar en el catálogo de estupefacientes, debería venderse con receta como el clorhidrato de morfina porque tiene efectos secundarios considerables y una sobredosis podría ser fatal.

Cuando llegó a mis manos, lo abrí pensando en aquel otro libro suyo que conozco bien, Vértigo, que fuera Premio Zenobia hace años. Un libro en el que estaban las claves de su voz poética. Allí buscaba el tiempo, aquí también, amigo inevitable y enemigo obligado, allí pasaba de prisionero del vértigo a dueño del alba, allí reconocía acercarse a nosotros encadenado por el miedo, vencido por el temor, pero crecido por el amor, abrazado a la memoria para dejar la sombra. Libro hermoso, sin duda, aquel Vértigo. ¡Ah, amigos! Cuando empecé, como hago siempre, abriendo las páginas al azar de este Libro del desconcierto, empecé a quedar, ¡Qué bien puesto el título! desconcertado. Ya sé que es un juego de palabras facilón, pero como es cierto no me recato e insisto: quedé desconcertado ante este libro.

Este libro insiste en todo aquello de Vértigo, pero viene crecido, en riada, a borbotones. Tuve que dejar el hojeo, con hache y sin hache, y tomarlo desde el principio, poco a poco, seguidito, pasé las hojas con precaución, repito que es un libro que incluso hiere. Bueno, casi mejor, como dice mi amigo el poeta Enrique Valle: “yo quiero que lo que un poema haga conmigo es dejarme hecho polvo”.
Pasé cada poema con reverencia porque vi que, en cada una de sus páginas, se apretaba la vida de un ser humano; su pensamiento, su sinceridad, sus reflexiones más íntimas y angustiosas, las más auténticas, sus dudas, como aquel verso de Vallejo: “Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé”.

La ganga en este libro es mínima, el adorno escueto,las concesiones a la galería sutilísimas, la técnica ajustada, los mínimos artificios los utiliza López Azorín para hacer bella, profundamente bella, la dureza del hombre que sujeta la vida, como todos, que es sometido a las horas, al tiempo, como todos, que se enfrenta a la muerte,, como todos, y este como todos es esencial, porque nadie que sea capaz de pensar con algo de profundidad, costumbre que, como sabemos, esw menos frecuente de lo deseable, nadie, repito, medianamente sensitivo, puede pasar por este libro impunemente sin convertirse en cómplice , sin darse cuenta de que su creado habla de él para hablar de todos nosotros y así dice: “Escribo estas palabras (…)/ Y aquí están esperando, / aguardando que alguno las comprenda, / abrazando el silencio”. Unos verán algo de desaliento pero muchos esperanza, cada uno según su inclinación. Mientras tanto López Azorín nos da sus claves en un ambiguo sortilegio: “ Y mientras tanto, contradictorio, el hombre, / no es nada más que amor y desamor, / canto y silencio, / memoria y olvido”.

Bueno, ya que he metido el dedo en el raíl del tranvía, no me queda más remedio que seguir hasta la cochera y recordarles a ustedes algún verso, sin robarle lectura Manuel, que les indique que no hablo por hablar aunque bromista impenitente les parezca a veces. Recordarles algún verso que les haga a ustedes entender, si es que no lo he dejado claro, que el cantor de este Libro del desconcierto, ha dado con él, con este libro, tal portazo que , al menos a mí me ha dejado los dedos del alma pillados para siempre. Como cuando habla del temor y las grandes preguntas: “Jamás el miedo tuvo casa propia / un molesto inquilino ha sido siempre”, o cuando dice: El miedo y los enigmas / paralizan el tiempo”, o cuando nos golpea con las contradicciones del ser humano: “La vida es un tiempo / de llanto inexplicable / y es un tiempo de dicha” o incluso cuando insiste en la esencia de nuestra contradicción, no olviden que la contradicción es, también, materia prima de la poesía : “Cuánto me das amor, cuánto me quitas”, verso que repite tres veces en un soneto para terminar diciendo: “y ofreces el peor de los castigos / o das toda la miel de tus panales” y ya en la “Canción del desconcierto” cuando busca y teme lo mismo y empieza diciendo: “Quiero que venga la noche, / que su misterio me abrace” para terminar cambiando el “quiero” por el “Temo que venga la noche,/ que su misterio me abrace”.

Ya sé que soy muy sospechoso, todo presentador debe serlo, de tomar partido, de ser adulador, panegirista, yo soy, incluso, más sospechoso de lo habitual porque presento con frecuencia y siempre es necesario ser fiel a la amistad, a la calidad, siempre o casi siempre, es preciso trabajar para que los autores sean conocidos, reconocidos, leídos, leídos, leídos, valorados. De eso saben incluso más que yo el propio López Azorín y Fina de Calderón, que se pasan la vida dando oportunidad a muchos en detrimento de su propia obra personal.

A mí me gustaría esta tarde que descubrieran lo suficiente para leerlo después ya muchas veces y tranquilamente, ya en casa, como debe de ser. Deben descubrir al hombre que sabe y dice que “La luz es agridulce” que transita “con sabor a membrillo por la sangre”, que hay que “…abrazar el silencio /a la espera de que alguien lo comprenda /y que alguno lo escuche. Y que dice que nada importa un poema inacabado frente a la dureza de la realidad de la vida.

Este poeta de Murcia, de Moratalla, en los campos de Caravaca, que en vez de llevarnos al río de su tierra, aquel de nombre hermoso, el Benamor, pues nos lleva hasta el viejo río de Heráclito y hace que sus aguas parezcan algo más que siempre ser distintas: “Fluye Heráclito y sus aguas se duelen, cantan, se duelen y cantan alegres”. Nunca fue Heráclito tan bien aprovechado.
Este hombre que lleva su conciencia y la muestra a lo más hondo, desde la intimidad suya a la de todos cuando dice: “Cuanto mayor dolor / más conciencia se tiene de estar vivo”.

Hace unos días, por teléfono, me leyó un soneto en una larga conversación telefónica, como si no nos fuéramos a ver en tiempo y habíamos quedado para el día siguiente, y yo no me resisto a leerlo porque en ese soneto él nos cuenta por qué escribe. Como no pertenece al libro Manuel no lo leerá hoy, pero yo sí, el soneto se titula “La casa del olvido” y dice:
“El hecho de escribir no es que me salve /de hacerle frente al mal y de asumirlo / como entrada a la casa del olvido,/la casa de la cual nada se sabe.
El hecho de escribir es que me vale /para poner al sol, mientras escribo,/la sombra en la que voy, como vencido,/envuelto en un temor que nadie sabe.

El hecho de escribir: sacar las dudas,/ ahuyentar esta sombra que me envuelve,/ dejar en el papel el miedo escrito.
Sé que el hecho de hacerlo no me cura; / pero alivia esta lucha que mantiene / mi vida, con la casa del olvido.”

Miren, déjense llevar, sean cómplices del aliento y del desaliento. No les importe asomarse al abismo de un ser humano. Al abismo que es nuestro y todos llevamos dentro. Que no estamos aquí para pasar el rato y se acabó, parece que les estoy riñendo, no, estamos aquí y desde ahora no podremos pensar en poesía sin contar, entre otros muchos, claro, con la voz honda de Manuel López Azorín.

Enrique Gracia Trinidad
Junio de 2001



Enrique Gracia Trinidad es poeta, dibujante y divulgador cultural. Uno de sus principales caminos para la divulgación es la creación y dirección de talleres literarios: poesía, escritura, voz, creatividad y comunicación. Los talleres los dirige en diferentes lugares de España, y de forma ininterrumpida, el Taller de Poesía de Madrid, desde 1991. Coordinó y presentó el programa de lecturas poéticas. Poetas en vivo que, desde 1996, se realizó en la Biblioteca Nacional, generalmente, el último lunes de cada mes.
En teatro promociona talleres para jóvenes y realiza comentarios teatrales.

Su obra poética, compuesta por unos dieciséis libros, entre otros: Encuentros (Accésit del Premio Adonais, 1972) Edit. Rialp. Madrid 1973). Crónicas del Laberinto (Premio Feria del Libro de Madrid, 1991) Edit. Feria del Libro de Madrid, 1992. A quemarropa (Accésit Premio Rafael Morales, 1992) Colecc. Melibea. Talavera de la Reina, 1993. Restos de Almanaque (Premio Blas de Otero, 1993) Colección Nombela. A.E.A.E, Madrid, 1994. Historias para tiempos raros (Premio Bahía, 1994) Colección Bahía. Algeciras, 1995.La pintura de Xu-Zonghui, 1995 , bilingüe chino-castellano, con pintura (Editado en Shanghai, China). Siempre tiempo (Premio Juan Alcaide, 1996) Colección. Juan Alcaide. Valdepeñas, 1997. Sin noticias de Gato de Ursaria (Premio Emilio Alarcos) Editorial Visor, Madrid, 2005. Pentimento, Editorial SIAL, Madrid, 2009
Reunió su obra poética hasta la fecha en Contrafábula (Poesía reunida 1973-2004) Edit. Sial 2004.
La poética del Vértigo (Antología) Estudio y selección de E. Viloria Vera (Univ. Caracas) Edit. Jirones de Azul, Sevilla, 2007
La obra poética de Enrique Gracia Trinidad ha sido traducida a diversos idiomas. En cuanto a su obra gráfica son de destacar sus caricaturas,viñetas de humor, dibujos en revistas, viñetas en prensa, etc.

lunes, 4 de octubre de 2010

Fina de Calderón: presentacion de Libro del desconcierto, de Manuel López Azorín, en Los miércoles de la poesía.





Dentro del ciclo Los Miércoles de la Poesía programa dirigido por Fina de Calderón en la Sala II del Centro Cultural de la Villa (hoy Fernán Gómez) en la Plaza de Colón, se presentó mi Libro del desconcierto, en junio de 2001, con la intervención de la directora del programa Fina de Calderón, el poeta Enrique Gracia, Rafael Morales tenía prevista su asistencia pero fue la hija, Conchita Morales Barba, del poeta quien leyó unas palabras escritas por su padre, ya que no pudo estar debido a una neumonía, el poeta Antonio Hernández y el cantautor Moncho Otero cantando un poema mío musicado por él. "Cuelgo" aquí la presentación que escribió Fina para este acto.


Fina de Calderón presenta el Libro del desconcierto

Erase una vez, sí como en los cuentos, un niño que nació con una palabra, la primera que le latió su corazón y esa palabra no era otra que Poesía. El niño creció y siguió minuto a minuto, hora a hora, día a día, atendiendo esa voz que no había cesado de sonar; pero, además, tuvo la generosidad de contagiárselo a todos cuantos fuimos llamados por él y por eso intuyo que hoy, no sólo para mí, sino para todos los poetas aquí reunidos resulta un verdadero júbilo homenajear a Manuel López Azorín con la presentación de su último libro titulado Libro del desconcierto. ¡Cuántas veces y a cuántos ha propiciado bautizos poéticos de nuestras propias creaciones!



El poeta talaverano Rafael Morales está sufriendo las secuelas de una neumonía no puede estar aquí esta noche; pero ha enviado unas palabras que después leerá su hija Conchita Morales Barba.
Damos la bienvenida a Antonio Hernández, el poeta iluminado de Arcos, también saludamos hoy al poeta Enrique Gracia Trinidad y como colofón final contamos con la colaboración del cantautor Moncho Otero que nos cantará un poema de Manuel López Azorín, este queridísimo poeta que, como todos sabemos, su vida va en pro y en pos de la poesía. San Sebastián de los Reyes puede sentirse orgulloso de este poeta que en 1999 publicó el Romance de la fundación de San Sebastián de los Reyes y, un año antes, y basado en este romance, escribió la letra del Himno de esta pueblo-ciudad con la música del compositor Jesús Vioque.

Su último poemario, que hoy presentamos en este acto es Libro del desconcierto, del que nos vas a leer luego algunos poemas Manuel, que ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Rafael Morales 2000.Libro que dedica al gran poeta ya desaparecido Claudio Rodríguez como muestra de agradecimiento por su amistad y su afecto. Este libro está marcado por el paso del tiempo, un tiempo que trata una sucesión cronológica. A saber la propia vida de López Azorín. Él mismo es consciente de ello cuando dice en unos versos: Este vivir a golpes de relojes y pulsos. / Este buscar el yo perfecto / no nos deja pensar que lo mejor es, siempre, / descomponer en partes la maquinaria y todos sus latidos.

Va siguiendo las pautas de su cronos particular estructurando este Libro del desconcierto en tres intervalos diferenciados Pretérito imperfecto, Presente indicativo y Futuro condicional. Los instantes medidos en la primera parte, arracimados a recuerdos de su infancia nos hablan de una niñez vencida, de paredes turbias de abandono, de la angustia del vacío, de la soledad, del miedo, ese miedo que, poco a poco, se ha ido adueñando de él y por eso nos dice: La infancia temerosa de la sombra / soñó la luz y se sintió culpable. Y así acaba esta primera parte con una sentencia de las que él es tan adicto: Ayer es sólo un sueño, / algo que fue pero que ya no existe / aunque a veces visite la memoria / vestido de dolor o de alegría.

Pasamos la página y llega, el apartado Presente indicativo, con un hálito de esperanza. El poeta descubre a su amada, se recrea en ella y, a la vez, queda suspenso el tiempo y es que ella es el bálsamo para sus males y es su inspiración y su luz. De ahí esta sucesión de imágenes que la visión de ella le produce: Contemplo tu mirada de madreselva oscura. / Ahuyentas soledades y rompes los silencios, / con tu fragante brillo de iluminada aurora, / sobre el perfil de sombras asido a mi camino / y todo se disipa: el miedo, la tristeza, / la angustia, el desconcierto / el frío del olvido y este dolor sin límite, / con el calor que ofrecen tus ojos a los míos.

Apura los sorbos benéficos de esos instantes de ahora cuando viaja mentalmente a otro país mediterráneo: Grecia. Con amor, ternura, miedo y con dudas po r no saber distinguir entre la realidad y el sueño habla a sus hijas, de las que sabe que no le pertenecen, en dos intensos poemas: Tera-Santorini y Aunque todo suceda como un sueño.

Manuel plantea el futuro como algo sobrecogedor ya que es exportador de más y más incógnitas, por eso se pregunta: Si es sombra lo pasado y lo futuro es sombra, / si el vacío es presente y desgrana más sombra / si no hay un intersticio que ilumine el ahora, / si no hay luz en las sienes que alumbre este momento…/ para qué fijar fechas en el aire. El poeta intenta aferrarse sin éxito porque descubre su efimeridad y que hasta el reloj adelanta detenido. La presencia de la muerte, esa gran desconocida, va planeando y se empieza a avistar su cercanía, así se expresa en estos versos: Ya no queda más que dirigirse hacia lo más profundo./ Allí, bajo los párpados, se ha de buscar la luz.

Intercala reiteradas antítesis como nada y todo, noche y día, luz y sombra etc. dentro de una atmósfera de oquedades y neblinas, al tiempo que se abandona a su destino en busca de un más allá que sea su postrera luz y le nace ese desasosiego de la incertidumbre, ese desconcierto que da título a tu hermoso poemario Manuel y al que te refieres en el epílogo, siempre con el tiempo a cuestas, cuando dices: Este vivir sin saber desconcierta, / deja un amargo sabor en la sangre. (…) Duda en el corazón y el pensamiento.

En contraste con este Libro del desconcierto y como justa revancha, estamos seguros de que no tardarás en escribir otro libro para el que te sugiero otros títulos: Libro de la esperanza, de la alegría, de la vitalidad, de la fortaleza, del coraje… tú elegirás querido Manuel, no te desconciertes y no te engañes, y no nos engañes, que si no médicos, siendo buenos premonitores tus amigos los poetas apostamos por tu bienestar para que nos sigas dando ánimos a todos y nos brindes nuevas sorpresas líricas de pulso firme y acompasado. Hace unos meses me decías en un soneto con relación a El Cigarral del Ángel: Aquí la poesía es recibida / con el mayor amor, con la firmeza / de quien sólo se rinde a la belleza / que ofrece musical y contenida / la vida puesta en versos y latidos. Y yo finalizo con estas palabras del cuento que no es cuento, Erase una vez un ángel de la poesía, sino un poema dedicado a ti: Erase una vez (A Manuel López Azorín). Hubo un rápido incendio y se salvó una llama / menuda, débil, malva y de vuelo alocado,/ una llama increcida, / a punto de apagarse, / sin piernas y sin brazos, sin ojos y sin rostro. / Fue a para, sin embargo, al centro de mi centro. / ¿Y quién hubiera dicho que esa llama tan frágil / quemaría mi vida?


Fina de Calderón
(Junio de 2001)



Fina de Calderón tuvo una vida marcada por la lucha. Nació en Madrid en 1917 y pasó su infancia en Berck-Plage (Francia) hospitalizada a causa de una coxalgia. Aprovechó ese tiempo para hacer la carrera de violín y dar los primeros pasos en el campo de la poesía. También consiguió caminar pese a la opinión generalizada de los médicos de que no podría. Realizo estudios de Bachillerato en Paris y, más tarde, realizo estudios complementarios en la Universidad de La Sorbona.

Cuando Fina de Calderón contaba sólo once años, la escritora francesa Colette hizo interpretar en la Comedia Francesa sus poemas. Poemas que aparecieron en prestigiosas revistas. Apadrinada por el músico Pablo Casals, actuó, formando parte de un cuarteto, en la sala Pleyel. Con el tiempo entabló amistad con grandes escritores como FranÇois Mauriarc, Jean Paul Sastre, André Maurois…

Ya en España, lazos de admiración y de amistad la unieron a Juan Ramón Jiménez, Manuel y Antonio Machado, Federico García Lorca (en la foto con Fina niña),

Rafael Alberti, Gerardo Diego, Antonio Buero Vallejo
y a los músicos Manuel de Falla, Joaquín Turina, Joaquín Rodrigo y Cristóbal Halftter.
Su quehacer no se redujo a la música o la poesía, también escribió canciones (algunas de ellas fueron interpretadas por Maurice Chevalier, Edith Piaf, y Alberto Cortez entre otros), escribió teatro, dio conferencias, creó música para danza con los ballets Cancela y El Greco, que se interpretaron en América y en la desaparecida Unión Soviética además de integrarse en el repertorio del Ballet Nacional de España.

Recibe en 1984 el apoyo de Enrique Tierno Galván, entonces alcalde de Madrid, que le brinda la Sala II del Centro Cultural de la villa. Crea, para ser celebradas allí, las sesiones poéticas Los miércoles de la poesía y como directora y presentadora cumplió una extraordinaria labor de fomento y difusión de la poesía durante más de 25 años. Publicó numerosos libros de poemas, publicó sus memorias y todo ello la hizo merecedora de numerosos premios y distinciones a lo largo de su vida



En Toledo, en El Cigarral del Ángel, su finca, organizó numerosísimos homenajes al mundo del teatro, de la música y de la poesía. Lo vino haciendo hasta el 14 de junio de 2009. Pocas fechas después enfermó gravemente y como consecuencia de esta enfermedad, falleció en enero de 2010 a la edad de 92 años.