miércoles, 20 de octubre de 2010

Palabras de Antonio Hernández para Libro del desconcierto de Manuel López Azorín




Esta presentación la escribió Antonio Hernández en enero de 2001 para presentar el libro, en febrero, en la Tertulia Literaria Hispanoamericana de Rafael Montesinos y luego, la adaptó ligeramente para Los miércoles de la poesía de Fina de Calderón. Un fragmento se publicó en la solapa del Libro del desconcierto.

Palabras de presentación de Antonio Hernández para Libro del desconcierto

Buenas tardes, Gracias fina de Calderón por esta oportunidad que me da para hablar de Manuel López Azorín persona a la que estimo profundamente y poeta al que admiro con absoluta sinceridad.
Manolo López Azorín es tan modesto y tan elegante que cuando hace un favor da la impresión de que lo ha recibido. Dicen que la humildad precede a la gloria, pero ya es bastante la gloria de evitárse las heridas que hacen sangrar al vanidoso,
y le envidié además por Ana, su mujer, tan bella como inteligente, y acaso porque la envidia es una forma de reconocer la superioridad que no compite.

Le conocí va ya para unos quince años en San Sebastián de los Reyes, en su Helicón, patria de las musas según Hesiodo, y lo primero que le vi fue las sandalias de monje que no llevaba, antes que el rostro afable de quien estaba opositando a la simpatía. Tenía cara de cura o ex-seminarista progre facción PC de España. Daba la impresión de que a la montaña de Apolo había llegado directamente del Pozo del Tío Raimundo. Sólo bastante después estuve seguro de que nunca había bendecido en el nombre del Padre y que su ruta pasaba por Marx aunque fuera capaz, también, de entender a Groucho.

La buena gente, antes de corromperse, suele dar en eso: en religioso, en militante o en poeta. Manolo se ha quedado en lo último porque descubrió a tiempo que las tinieblas infernales no existen sino en la ignorancia. La militancia no lleva más que al gregarismo y, por fin, la poesía nos hace libres si no le hacemos caso a la llamada del éxito que controla la tiranía de los subalternos.

Pero lo que son las cosas. Ahora el éxito se ha cebado con él, con lo que podríamos decir, si estuviéramos libres de pecado, que ha manchado su impecable carrera de fracasos con un premio de categoría (lo digo así porque, hasta el momento, lo habían “accésinado” en dos ocasiones. En el Joaquín Benito de Lucas que es el premio junior de Talavera de la Reina y en el Rafael Morales que es el senior de la misma ciudad. Dos accésit, con lo que eso tiene de caramelo que sólo llega a la punta de los labios). Pero a la tercera de ir a por lana y cerámica, salió trasquilado y ahora es colega mío en ese premio tan precioso llamado Rafael Morales que yo gané en su tercera edición.

Lo digo así porque la cosa va de tres y me conviene el número ya que no podía callármelo. Yo soy el tercer presentador de Manolo aquí, precedido de Fina de Calderón y de Enrique Gracia y, en la Tertulia de Montesinos, donde ya presenté este libro, fui precedido por anteriores presentaciones de José Hierro y Claudio Rodríguez. ¿Sera por algo, será casualidad? No crean que voy a caer en la trampa de creerme próximo a esa altura que le da a la caza alcance.

El libro que va a leernos, como ya ha dicho Fina de Calderón, está dedicado a uno de ellos y su envío dice así: "A Claudio Rodríguez, que me ofreció su amistad y afecto y me enseñó, con su proceder, que la humildad es el don de la grandeza."
Heine, el gran poeta romántico alemán decía que la cabaña había que construirla en el valle, no en la cima, pero la gratitud no es una virtud porque debe clasificarse entre los mejores placeres.

El libro ganador del Rafael Morales que esta tarde-noche nos va a leer se titula "Libro del desconcierto" cuando su contenido predominante sintetizaría mejor con otro que hiciera alusión a la fugacidad de las cosas. Ya la cita de don Francisco de Quevedo nos lo anuncia: "Ayer se fue. Mañana no ha llegado./ Hoy se está yendo sin parar un punto./ Soy un fue y un será, y un es cansado."
El tiempo es “este vivir a golpes de relojes y pulsos”. O sea “una manera de abandonarse, todo, al desconcierto”. La cuestión está clara y la estructura del libro desde los versos quevedianos, se presenta diáfana: Pasado, presente y futuro, sea el primero Imperfecto, el segundo indicativo y el tercero Condicional, es decir: infancia, luz de entonces, sueño, memoria, tiempo “pretérito imperfecto de la vida / que a veces me visita” en el primer movimiento poemático: la madre, el pueblo, la casa… Juan Ramón, Juan Ramón Jiménez, el gran poeta de Moguer lo dejó escrito con letras de oro evocando a su pueblo: “La luz con el tiempo dentro”.

La Mujer amada, la hija pintora por el azul de Grecia, una postal de sus islas, la vida en fin, que se va escapando a cada instante en la segunda sección de este libro y, en la tercera y última, el terror de haber sido apenas y estar dejando sin saber qué será de nosotros. Las eternas preguntas otra vez, los clásicos y don Antonio Machado, nuestro clásico más joven y más reciente: "Saber nada sabemos, / de arcano mar vinimos, / a ignota mar iremos" y el deseo unido al cansancio de tanta falsedad y al miedo. Morir para saber, miedo de que así no sea sino una infinita oscuridad, una aleación de sombra o nada con la llegada de la muerte: "Quiero que venga la noche, / que su misterio me abrace / y que me envuelva en su sombra, /de oscuridad, para darme / descanso de tantas luces / tan falsas como brillantes./ Temo que venga la noche, / que su misterio me abrace."

El río heraclitano exige un epílogo como las corrientes de agua concluyen en el mar. La paradoja, la contradicción permanente ha fluido sin cesar hecha canto, música, tabla de salvación. Los cascos de Pegaso al chocar con el monte Helicón produjeron la fuente Hipocrene, consuelo al fin en el consuelo, motor y causa en el poema de ese ser que concilia a los contrarios en una creación del hombre para aplazar la muerte y sortear las olas del No desconcierto, para apagar la sed que brota dentro de un vivir que fluye y que se agota.

Manuel López Azorín, en este libro, se ha metido dentro del conflicto. Ya no canta la vida en sus primores sino que va al hueso del ser en cuanto tal, sus propiedades, principios y causas primeras. Decía Voltaire que la metafísica no es, en general, más que la novela del alma. Y que esta novela no es tan divertida como "Las mil y una noches." Pero, independientemente de los contenidos, estamos hablando de poesía, esa metafísica de la emoción que requiere su música, su garra y su ternura, a lo que Manolo le añade su pizca de culturalismo mitológico porque, y esto lo refrenda Valéry, los mitos son las almas de nuestras acciones y nuestros amores.

En efecto, no podemos actuar más que moviéndonos hacia un fantasma. No podemos amar sino lo que creemos; pero – os dejo dentro de muy poco con el poeta que es quien importa - su ejercicio de amor a la vida, su latido de poesía, siempre serán de más interés que estas palabras de amistad y admiración sincera aunque no necesariamente por este orden, en él, en sus poemas, van a encontrar a un hombre y, en ese hombre, su biografía como un primer plano de la historia, es decir, de su alegría y de su dolor sucediéndose, por algo cita a José Hierro: "Llegué por el dolor a la alegría"; pero que sea él, cuando le toque, quien nos lo cuente.
Si Shakespeare sólo puede ser el único biógrafo de Shakespeare, de nuestro poeta esta noche, sólo lo puede ser Manuel López Azorín. Que llegue a la diana su saeta, que nos acierte, que lo hará, seguro, en el corazón, su verso hecho ternura y añicos.
Antonio Hernández
Enero de 2000


Antonio Hernández nació en Arcos de la Frontera (Cádiz) en 1943.
Realizó estudios de Ciencias de la Educación. Es periodista., articulista, narrador y poeta. En su obra poética, desde su primer libro El mar es una tarde con campanas (1965) hasta el último publicado, A palo seco (2008), ha publicado quince libros de poesía. Poesía que en este año de 2010, la Editorial Calambur ha reunido en dos volúmenes con el título genérico de Insurgencias. (Poesía 1965 – 2008)
Como poeta ha obtenido premios como el Gil de Biedma, el Premio Nacional de la Crítica, el Miguel Hernández
Esta en posesión de la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
Como novelista consiguió el Premio Andalucía, el Premio Valencia…
Como ensayista publicó La poética del 50: una promoción desheredada
Ha sido traducido a varios idiomas y desde su fundación, es Presidente de la Asociación Andaluza de Críticos Literarios.