viernes, 27 de enero de 2012

Reseña de Rafael Morales Barba sobre Sólo la luz alumbra. Poesía 1986-2010 de Manuel López Azorín

En el nº 47 de la revista Ilustrada de Creación CUADERNOS DEL MATEMATICO editada en diciembre de 2011 por el I.E.S Matemático Puig Adam, bajo la dirección de Ezquías Blanco, en la página 104 aparece esta reseña, escrita por Rafael Morales Barba, con relación a mi libro Sólo la luz alumbra -Poesía 1986-2010- (Sial Ediciones 2011)

Siempre resulta grato encontrar algo tuyo publicado en esta revista, ya decana y de tanto interés para los que escribimos, ya sea poesía, narrativa o ensayo. En esta ocasión es esta reseña, que agradezco, escrita por Rafael Morales Barba. Aquí os la dejo:


Sólo la luz alumbra (Poesía 1986-2010), Sial 2011, de Manuel López Azorín



Viene la poesía de Manuel López Azorín con aquellas virtudes destacadas por José Hierro y Claudio Rodríguez, para una poesía con dos décadas de ejercicio: intimidad sobriedad, desnudez y palabras verdaderas. Los viejos maestros de un momento de la poesía española no se equivocaron en su mirada parcial pese a estar exclusivamente atenta a poemarios concretos, pero sabiamente identificadoras de una mirada y un oficio. Faltaba la perspectiva entera, la poesía casi completa, el testimonio extenso de un buen hacer. Presentado a la inversa en el libro, es decir, anteponiendo los primeros libros a los últimos. No parece mala idea para el lector apresurado. Pero López Azorín merece sosiego, respeto, pues trae mucha poesía entreverada en sus versos. Y su autor, sabio, huye siempre de quienes siempre tienen demasiada prisa.

Humano y reflexivo, desacomodado ante el mundo, lúcido y reconocedor de los poetas genuinos, crítico… su carta lírica a los jóvenes poetas del Sólo la luz me nombra (inédito hasta estas Obras Completas o Semicompletas), es un nuevo tratado de urbanismo ante la vida. Una propuesta moral y atenta a esa mirada de la palabra iluminadora, canta Los poetas de la luz, a los vericuetos de la intimidad en búsqueda de lo propio. Sin impostura siempre por tanto, sin pretensiones desde su obrerismo de sencillas palabras, donde retorna Enrique Badosa. Pero no todo es introversión y vivencia acendrada pensativa, pues también hay amor, sensorialidad (Me gusta cuando alargas las vocales), no todo es escueto, en su bonhomía lírica. El versículo y el oficio clásico, bien medido por añadidura, nos traen así a un poeta moral, melancólico sin duda, a través del cual se recuperan también esas épocas de transición entre mundos presentes y periclitados, donde hay mucho talento no reconocido o, insuficientemente, nos parece al ver muchos nombres en las dedicatorias a amigos. Paradójicamente, pues López Azorín, porta en su poesía portátil todo un ejercicio del saber decir, una luz de almendro florecido. Y donde el levantino muestra su mundo de interiores, casi quietistas sobre lo místico, como corresponde a la tradición interiorista del campo murciano.




Las célebres correspondencias baudelerianas con la Naturaleza o templo, son en Manuel López Azorín el paisaje donde parece haber fermentado esa desnudez silenciosa, el azul intenso en el espliego/ de una infancia que fuera, en un triste tiempo de carencias. Hay pues toda una poesía de la pobreza y de la naturaleza desde ahí, de los orígenes, del amor filial y fraternal, que logran emocionarnos, emocionantes, en esos poemas largos donde brilla la fuerza del amor.

Renegaba Claudio Rodríguez de quienes escribían solo poemas breves, e incluso no consideraba poeta auténtico a quien no fuera capaz de mantener un poema extenso. Lean ustedes Hay una luz…tema recurrente, y verán del buen saber templar los ritmos sin alaradas, con palabras dichas en voz baja, con pozos y cráteres, con olores mironianos, amores, dolores.
Poeta recurrente de la luz y la palabra, de la verosimilitud sentimental, obsesiva y melancólica, del buen hacer callado. De quien prefiere fracasar a impostarse y trae una declaratividad cultivada, una autenticidad en la mano, sin pretenciosidades. Sin estilemas marcados, en efecto, pero con una dignidad tremenda de un contemplativo ensimismado, como ocurre con Antonio Moreno (a ver cuándo le hacen un poco más de caso, igualmente). Con mucha lecturas y oficio, con mucha valentía en su fidelidad a sí mismo, a la renuncia de modas. Lean a Leopardi en ese sentido para quienes no distinguen lo original de lo novedoso. También Antonio Machado avisó sucintamente de esos peligros. Yo, como él, quisiera poner la ética en la estética, contra el estrépito del mundo pues, como dice con Kappus, ese poeta no estará solo. Ni lo está, aunque sea En silencio, ¡espléndido poema!, el bueno, el buen Manuel López Azorín.

Rafael Morales Barba



Foto: Rafael Morales Barba fotografiado por Rafael Cesar Montesinos

Rafael Morales Barba (1958) nació en Madrid. Es profesor de Filología Hispánica, en la Universidad Autónoma de Madrid desde 1988 en el Departamento de Filología Española. Coordinador de los cursos de poesía española contemporánea, Poesía y Divergencia por donde han pasado algunos de los poetas más significativos de la poesía española contemporánea.

Fue profesor de literatura hispanoamericana en la Universidad St Lawrence (USA) durante dos años y conferenciante en varias universidades de Hispanoamérica y Europa. Además Ha publicado varios artículos de investigación en Congreso, revistas especializadas y coautor en El silencio y la escucha: la poesía de José Ángel Valente publicado en Cátedra.

Es autor entre otros de: Última poesía española (2006), La musa funámbula. La poesía española entre 1980 y 2005 (2008) y así mismo, es autor de un libro de creación Canciones de Deriva, publicado en el 2006 en Italia.

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