martes, 6 de julio de 2010

Palabras de José Hierro para la presentación de Vértigo de Manuel López Azorín



Fotos: Manuel López Azorín, Rafael Montesinos y José Hierro


Presentación que nos leyó José Hierro en el Aula Literaria Hispanoamericana, Hoy también llamada “Rafael Montesinos” y siempre conocida por el nombre de este gran poeta sevillano que la dirigió durante más de medio siglo. Fue tras la publicación en 1994 por la Editorial Siddhart Mehta, de este libro que obtuvo en 1993 el Premio Zenobia de Poesía.


Presentación de José Hierro para Vértigo

Manolo López Azorín va por la vida procurando no pisar las rayas que unen las losas. A la hora de fotografiarse en grupo, se pone detrás, en una segunda o tercera línea, donde, con un poco de suerte, es posible que no aparezca. Anda siempre arrimado a las paredes porque, aunque él no lo sepa, o si lo sabe no quiere reconocerlo, tiene agorafobia. Organiza – ahí están sus Tertulias de Autor, su colectivo Helicón del que es fundador ( y me parece que único motor entusiasta) – encuentros con poetas. Y en cada uno, como representante del colectivo, dice unas palabras de cortesía, sentado al lado del poeta de turno. Y se pone allí como quien da los tres bastonazos en el suelo, anunciando que va a comenzar la representación, para no estar entre el público, donde podrían mirarle los poetas que van a largar, lo que le causaría pavor.
Este murciano que anida por San Sebastián de los Reyes, metido en faenas poéticas – que sus disgustos le causarán, pues esto de la poesía es cosa que debe ocultarse, como si se tratase de una enfermedad vergonzosa – es todo lo contrario del murciano de dinamita de Miguel Hernández.
Así que cuando se decide a escribir versos – porque nadie que ame la poesía puede dejar de picotearla, o dicho de otro modo, porque nadie que escriba poesía puede dejar de amar la ajena – lo hace en voz baja, para no molestar (antes, decía él, que porque ya los demás lo habían dicho todo)
Como su poesía no quiere ser pirotecnia ni lujo verbal, sino confesión lo hace en tono menor (¡Ojo, que no se malentienda lo de menor!) mirando a un lado y a otro mientras escribe, quitando el adjetivo innecesario, el exorno, la imagen que trata de deslumbrar en vez de precisar. Y habla de su musa “El miedo”.
El miedo y la luz o el amor, que en este libro son equivalentes. Y para liberarse del miedo, como el niño que, para ahuyentarlo, canta en la oscuridad, sueña con un alba liberadora: “Por la senda del miedo caminaba / abrazado a mi propia desventura…/ y andando vino el alba y fui su dueño.” Así lo expresa el poeta. El alba que viene, o a la que llega el poeta, es el amor.
Hay aceptación del dolor sin autocompasión y el alba que identificamos con el amor, el amor en que se refugia y le desvanece el miedo, el vértigo.
Manolo López Azorín ha escrito para ahuyentar el miedo. Ahora tiene ya un refugio, el amor, lo que importa no es el tema, la materia prima de sus versos, sino – lo sabemos con Mallarmé – la expresión, la palabra – escueta, limpia, pura, libre de zonas muertas – la composición de cada poema, su línea que no permite – como en tantos poetas – intercambio en el orden de las estrofas. En suma, una arquitectura sólida, un esqueleto que mantiene vertical la piel y el músculo, que la emociona. (Y ahora, señorito Manolo, a leernos tu Vértigo.)

José Hierro
31 de enero de 1995

José Hierro, llamado por mí y por muchos coloquialmente Pepe Hierro, fue un gran poeta español nacido en Madrid, 3 de abril de 1922, pero se crió en Santander. Perteneció a la llamada primera generación de postguerra dentro de la corriente que se dió en llamar Poesía del desarraigo.
Con una poesía evocativa e intimista desarrolló lo que él solía llamar poesía de reportaje y poesía de alucinación. Poeta testimonial y existencial obtuvo el Adonais en los años cuarenta(1947, fue Premio Nacional de Poesía en 1953 y 1998, esta vez por Cuaderno de Nueva York,una el Premio de la Crítica por Cuanto sé de mí, fue el primer poeta en 1981 a quien se le concedió el Premio Príncipe de Asturias, en 1990 le concedieron el Nacional de las Letras por su obra, en 1998 se le concedió el Premio Cervantes. Libros importantes suyos son: Alegría, Quinta del 42, Cuanto sé de mí, Libro de las alucinaciones, Agenda y Cuaderno de Nueva York. falleció el 21 de diciembre de 2002.

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