Quevedo y el Humor
En la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), lugar donde Francisco de Quevedo pasó la última etapa de su vida se celebró un homenaje en torno al poeta que supo cultivar todos los géneros literarios,Don Francisco de Quevedo y Villegas, con una exposición y un estupendo catálogo, en el que han colaborado ilustradores y escritores.
Participaron más de 90 ilustradores, desde Antonio Fraguas (Forges), que ilustra la portada, hasta la contraportada realizada por Joaquín Aubert (Kim) encontramos, entre otros, a Gallego y Rey, Alfredo,
Fernando Corella, Marisa Babiano, José Antonio Fernández (Fer), Jorge
Arranz, Fernando Villar, Paco Roca, Joan Mundet, Jaume Capdevila
(Kap), Mamuel Sanchez Nerja, José Luis Castro Lombilla, José López
Rivera (Farruqo), Cels Piñol, Diego Doblas (Diego), Rubén Jiménez (El
Rubencio), Paul Coulbois, Máximo Vento, Miguel Repiso (Rep)… Y un largo etcétera de buenos ilustradores junto a escritores y poetas como, entre otros, Andrés
Neuman, Juan Goytisolo, Fernando Savater, Pablo Jauralde, Juana Vázquez
Marín, Luis Alberto de Cuenca, Roger Moore, Luis Martinez de
Mingo, Luis Landero, Raúl Guerra Garrido, Rogelio Blanco Martinez, María
Dueñas, Carlos Álvarez, Rosa Regás, José María Merino, José María
Balcells, Antonio A. Gómez Yebra…que nos ofrecen a un Quevedo de de ayer y de hoy como, tal y como señala el escritor Antonio Gómez Rufo: "Excusa
magnífica para rendir homenaje a don Francisco de Quevedo, que supo
convertir el humor en un espejo fiel de la verdad. Como tantos
humoristas aquí presentes. (…) Unos textos de escritores y poetas de
buen hacer e ingenio adornan los dibujos, completándolo todo."
Mi colaboración en este Homenaje a Quevedo fue la de escribir expresamente para este catálogo cinco sonetos que incluyo aquí con este título tan largo. Fue la publicación y el Homenaje en 2012.
Apócrifo de Don Francisco de Quevedo y
Villegas, Caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Torre de Juan Abad
que hacia el final de su vida reflexiona, sobre parte de lo vivido y de lo
escrito, retirado en esta villa manchega, en la casa que perteneció a su madre.
Aquí me sobra los días
y los años fugitivos
parece que en estas tierras
entretienen mi camino.
-Francisco de Quevedo-
y los años fugitivos
parece que en estas tierras
entretienen mi camino.
-Francisco de Quevedo-
I
He
vivido una vida turbulenta,
ha
sido belicosa y agitada;
pero,
también, de amor ensimismada,
la
viví con humor y no fue cruenta.
La
vida, aunque fugaz, nos alimenta
y
aunque estuvo la mía encarcelada
no
se dejó vencer malhumorada
y
en los sueños que tengo se sustenta.
Porque
la muerte acecha y no se quiere
hacer
frente a su oscura certidumbre
trocamos
el dolor por la sonrisa.
Aunque
la vida duela se prefiere
el
fuego de la vida y, en su lumbre,
entre
el gozo y la chanza, arder sin prisa.
II
En
verso o prosa, siempre, mi escritura,
ya
emplease mi pluma enamorada
o
fuese con humor o emponzoñada…
se
ha de saber que anduvo a gran altura.
Si
mi vida en Madrid, gozo y tortura,
fue
del celo a la envidia encadenada
por
vates, botarates, gran camada
que.
blasón o ignorancia, la hizo dura,
ahora
mi descanso aquí, en la Torre
de
Juan Abad, de todo mal me cura
y
escribo sin rencor ni envenenado.
Aquí
vuela mi pluma, salta, corre
para
atrapar la vida y la dulzura
de
este tiempo final al que he llegado.
III
Lo
mismo que llegué a La Perinola,
sátira
Para todos, divertida,
tan
breve como breve es esta vida,
eficaz
y sincera. Y ella sola,
la
eficaz, divertida Perinola,
me
trajo el mal libelo de unos cuantos,
no
el licenciado Lebruno, sí otros tantos,
me
llamaron bufón (creció la bola),
doctor
en desvergüenzas, suciedades,
de
vicios catedrático… Fue tanto
lo
que de mí se dijo…. No hice caso,
yo
escribo lo que siento, mis verdades.
Me
dicta el corazón, y lo que canto
fruto
es siempre de amor o de fracaso.
IV
Enamorado
de la vida y de sus cuentos,
del
concepto, palabra que lo expresa,
de
la sorna sagaz, crítica gruesa,
de
los significados que son cientos,
de
los verbos que ofrecen mil ungüentos
para
sanar de males que hacen presa
en
un cuerpo, y un alma que no cesa
de
expresar, entre sornas, sus lamentos,
de
pensar que la vida es un suspiro,
una
broma de gusto muy dudoso,
una
estancia tan dulce como amarga.
Y
así, aquí, en esta Torre, pienso, miro
y
escribo de la vida, aún animoso,
lo
que me da la vida: amor y carga.
V
Carga
que aquí en “la aldea” ,ahora, espero
endulzar
la memoria, el universo
–con
el sabor del tiempo joven, terso –
de
aquello que fue ayer y ya es postrero.
Tal
vez como yo quise no fui; pero
llevé
la vida que llevé y mi verso
tocó
el cielo, la luz, y quedó inmerso
en
un fulgor eterno y verdadero.
Isabel, Amarilis, Tirsis, Flora…
¡Floris,
Lisis, que mal el de Esperanza!
Sí, no fui en amor afortunado
Desde
esta villa en que descanso ahora,
con
el recuerdo abrazo la esperanza,
al
menos… seré "polvo enamorado."
29 de octubre de 2011
Manuel López Azorín
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