martes, 30 de octubre de 2018

Apócrifo de Quevedo- Poemas de Manuel López Azorín






Quevedo y el Humor



En la Torre de Juan Abad (Ciudad Real), lugar donde Francisco de Quevedo pasó la última etapa de su vida se celebró  un homenaje   en torno al poeta que supo cultivar todos los géneros literarios,Don Francisco de Quevedo y Villegas, con una exposición y un estupendo catálogo, en el que han colaborado  ilustradores y escritores. 




 Participaron más de 90 ilustradores, desde Antonio Fraguas (Forges), que ilustra la portada, hasta la contraportada realizada por Joaquín Aubert (Kim) encontramos, entre otros,  a Gallego y Rey, Alfredo, Fernando Corella, Marisa Babiano, José Antonio Fernández (Fer), Jorge Arranz,   Fernando Villar, Paco Roca,  Joan Mundet,  Jaume Capdevila (Kap),   Mamuel Sanchez Nerja,  José Luis Castro Lombilla, José López Rivera (Farruqo), Cels Piñol, Diego Doblas (Diego),  Rubén Jiménez (El Rubencio), Paul Coulbois, Máximo Vento,  Miguel Repiso (Rep)Y un largo etcétera de buenos ilustradores junto a escritores y poetas como, entre otros,  Andrés Neuman, Juan Goytisolo, Fernando Savater, Pablo Jauralde, Juana Vázquez Marín, Luis Alberto de Cuenca, Roger Moore, Luis Martinez de Mingo, Luis Landero, Raúl Guerra Garrido, Rogelio Blanco Martinez, María Dueñas, Carlos Álvarez, Rosa Regás, José María Merino,   José María Balcells, Antonio A. Gómez Yebraque nos ofrecen a un Quevedo de de ayer y de hoy como, tal y como señala el escritor Antonio Gómez Rufo: "Excusa magnífica para rendir homenaje a don Francisco de Quevedo, que supo convertir el humor en un espejo fiel de la verdad. Como tantos humoristas aquí presentes. (…) Unos textos de escritores y poetas de buen hacer e ingenio adornan los dibujos, completándolo todo."

Mi colaboración en este Homenaje a Quevedo fue la de escribir expresamente para este catálogo cinco sonetos que incluyo aquí con este título tan largo. Fue la publicación y el Homenaje en 2012.

Apócrifo de Don Francisco de Quevedo y Villegas, Caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Torre de Juan Abad que hacia el final de su vida reflexiona, sobre parte de lo vivido y de lo escrito, retirado en esta villa manchega, en la casa que perteneció a su madre.

                                                                                                                   Aquí me sobra los días 
y los años fugitivos
parece que en estas tierras
entretienen mi camino.
-Francisco de Quevedo-
                                                                                                                                                                                          
                                                                            
                       I

He  vivido una vida turbulenta,
ha sido belicosa y agitada;
pero, también, de amor ensimismada,
la viví con humor y no fue cruenta.

La vida, aunque fugaz, nos alimenta
y aunque estuvo la mía encarcelada
no se dejó vencer malhumorada
y en los sueños que tengo se sustenta.

Porque la muerte acecha y no se quiere
hacer frente a su oscura certidumbre
trocamos el dolor por la sonrisa.

Aunque la vida duela se prefiere
el fuego de la vida y, en su lumbre,
entre el gozo y la chanza, arder sin prisa.

                    II

En verso o prosa, siempre, mi escritura,
ya emplease mi pluma enamorada
o fuese con humor o emponzoñada…
se ha de saber que anduvo a gran altura.

Si mi vida en Madrid, gozo y tortura,
fue del celo a la envidia encadenada
por vates, botarates, gran camada
que. blasón o ignorancia, la hizo dura,

ahora mi descanso aquí, en la Torre
de Juan Abad, de todo mal me cura
y escribo sin rencor ni envenenado.

Aquí vuela mi pluma, salta, corre
para atrapar la vida y la dulzura
de este tiempo final al que he llegado.

                    III
Lo mismo que llegué a La Perinola,
sátira Para todos, divertida,
tan breve como breve es esta vida,
eficaz y sincera. Y ella sola,

la eficaz, divertida  Perinola,
me trajo el mal libelo de unos cuantos,
no el licenciado Lebruno, sí otros tantos,
me llamaron bufón (creció la bola),

doctor en desvergüenzas, suciedades,
de vicios catedrático… Fue tanto
lo que de mí se dijo…. No hice caso,

yo escribo lo que siento, mis verdades.
Me dicta el corazón, y lo que canto
fruto es siempre de amor o de fracaso.
                   IV

Enamorado de la vida y de sus cuentos,
del concepto, palabra que lo expresa,
de la sorna sagaz, crítica gruesa,
de los significados que son cientos,

de los verbos que ofrecen mil ungüentos
para sanar de males que hacen presa
en un cuerpo, y un alma que no cesa
de expresar, entre sornas, sus lamentos,

de pensar que la vida es un suspiro,
una broma de gusto muy dudoso,
una estancia tan dulce como amarga.

Y así, aquí, en esta Torre, pienso, miro 
y escribo de la vida, aún animoso,
lo que me da la vida: amor y carga.

                          V
   
Carga que aquí en “la aldea” ,ahora, espero
endulzar la memoria, el universo
–con el sabor del tiempo joven, terso –
de aquello que fue  ayer y ya es postrero.

Tal vez como yo quise no fui; pero
llevé la vida que llevé y mi verso
tocó el cielo, la luz, y quedó inmerso
en un fulgor eterno y verdadero.

 Isabel, Amarilis, Tirsis, Flora…
¡Floris, Lisis, que mal el de Esperanza!
 Sí, no fui en amor afortunado

Desde esta villa en que descanso ahora,
con el recuerdo abrazo la esperanza,
al menos… seré "polvo enamorado."

                                              29 de octubre  de 2011

  
                       Manuel López Azorín

No hay comentarios: