martes, 12 de octubre de 2010

Enrique Gracia: palabras de presentación del Libro del desconcierto de Manuel López Azorín



Palabras de Enrique Gracia en la presentación
de Libro del desconcierto en Los miércoles de la poesía

Gracias Fina y gracias a todos por estar aquí esta noche. Los que han tenido la santa paciencia de escucharme en alguna conferencia , alguno digo yo que habrá, los que se hayan dormido en la primera y han repetido en otra por ser buena gente y amable, esos, digo yo, pueden recordar que yo insisto frecuentemente en la necesidad o no de la poesía. Me llena de terror que un poeta escriba por escribir. La necesidad es una materia prima de la poesía. A las más hermosas palabras superfluas, a las más brillantes palabras de oficio, a las rimas de estilo gorgorito populista a los ritmos de condición doctoral hay que darles cuanto valor tengan, a veces muchísimo, pero si no son necesarias, si no salen de la sustancia de la vida, corren el riesgo de quedarse en floración primaveral para castigo de alérgicos y cabriolas de incondicionales, pero poco más.

Manuel López Azorín es un poeta necesario y hace la poesía necesaria, según vamos leyéndola, vamos viendo que es parte de su vida y que se convierte irremediablemente, dolorosa o gozosa, triste o esperanzada, sutil o a quemarropa, se convierte, digo, en parte de nuestra propia vida.
Un poco de droga es, se lo aseguro a ustedes, el libro que hoy nos trae. Debería figurar en el catálogo de estupefacientes, debería venderse con receta como el clorhidrato de morfina porque tiene efectos secundarios considerables y una sobredosis podría ser fatal.

Cuando llegó a mis manos, lo abrí pensando en aquel otro libro suyo que conozco bien, Vértigo, que fuera Premio Zenobia hace años. Un libro en el que estaban las claves de su voz poética. Allí buscaba el tiempo, aquí también, amigo inevitable y enemigo obligado, allí pasaba de prisionero del vértigo a dueño del alba, allí reconocía acercarse a nosotros encadenado por el miedo, vencido por el temor, pero crecido por el amor, abrazado a la memoria para dejar la sombra. Libro hermoso, sin duda, aquel Vértigo. ¡Ah, amigos! Cuando empecé, como hago siempre, abriendo las páginas al azar de este Libro del desconcierto, empecé a quedar, ¡Qué bien puesto el título! desconcertado. Ya sé que es un juego de palabras facilón, pero como es cierto no me recato e insisto: quedé desconcertado ante este libro.

Este libro insiste en todo aquello de Vértigo, pero viene crecido, en riada, a borbotones. Tuve que dejar el hojeo, con hache y sin hache, y tomarlo desde el principio, poco a poco, seguidito, pasé las hojas con precaución, repito que es un libro que incluso hiere. Bueno, casi mejor, como dice mi amigo el poeta Enrique Valle: “yo quiero que lo que un poema haga conmigo es dejarme hecho polvo”.
Pasé cada poema con reverencia porque vi que, en cada una de sus páginas, se apretaba la vida de un ser humano; su pensamiento, su sinceridad, sus reflexiones más íntimas y angustiosas, las más auténticas, sus dudas, como aquel verso de Vallejo: “Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé”.

La ganga en este libro es mínima, el adorno escueto,las concesiones a la galería sutilísimas, la técnica ajustada, los mínimos artificios los utiliza López Azorín para hacer bella, profundamente bella, la dureza del hombre que sujeta la vida, como todos, que es sometido a las horas, al tiempo, como todos, que se enfrenta a la muerte,, como todos, y este como todos es esencial, porque nadie que sea capaz de pensar con algo de profundidad, costumbre que, como sabemos, esw menos frecuente de lo deseable, nadie, repito, medianamente sensitivo, puede pasar por este libro impunemente sin convertirse en cómplice , sin darse cuenta de que su creado habla de él para hablar de todos nosotros y así dice: “Escribo estas palabras (…)/ Y aquí están esperando, / aguardando que alguno las comprenda, / abrazando el silencio”. Unos verán algo de desaliento pero muchos esperanza, cada uno según su inclinación. Mientras tanto López Azorín nos da sus claves en un ambiguo sortilegio: “ Y mientras tanto, contradictorio, el hombre, / no es nada más que amor y desamor, / canto y silencio, / memoria y olvido”.

Bueno, ya que he metido el dedo en el raíl del tranvía, no me queda más remedio que seguir hasta la cochera y recordarles a ustedes algún verso, sin robarle lectura Manuel, que les indique que no hablo por hablar aunque bromista impenitente les parezca a veces. Recordarles algún verso que les haga a ustedes entender, si es que no lo he dejado claro, que el cantor de este Libro del desconcierto, ha dado con él, con este libro, tal portazo que , al menos a mí me ha dejado los dedos del alma pillados para siempre. Como cuando habla del temor y las grandes preguntas: “Jamás el miedo tuvo casa propia / un molesto inquilino ha sido siempre”, o cuando dice: El miedo y los enigmas / paralizan el tiempo”, o cuando nos golpea con las contradicciones del ser humano: “La vida es un tiempo / de llanto inexplicable / y es un tiempo de dicha” o incluso cuando insiste en la esencia de nuestra contradicción, no olviden que la contradicción es, también, materia prima de la poesía : “Cuánto me das amor, cuánto me quitas”, verso que repite tres veces en un soneto para terminar diciendo: “y ofreces el peor de los castigos / o das toda la miel de tus panales” y ya en la “Canción del desconcierto” cuando busca y teme lo mismo y empieza diciendo: “Quiero que venga la noche, / que su misterio me abrace” para terminar cambiando el “quiero” por el “Temo que venga la noche,/ que su misterio me abrace”.

Ya sé que soy muy sospechoso, todo presentador debe serlo, de tomar partido, de ser adulador, panegirista, yo soy, incluso, más sospechoso de lo habitual porque presento con frecuencia y siempre es necesario ser fiel a la amistad, a la calidad, siempre o casi siempre, es preciso trabajar para que los autores sean conocidos, reconocidos, leídos, leídos, leídos, valorados. De eso saben incluso más que yo el propio López Azorín y Fina de Calderón, que se pasan la vida dando oportunidad a muchos en detrimento de su propia obra personal.

A mí me gustaría esta tarde que descubrieran lo suficiente para leerlo después ya muchas veces y tranquilamente, ya en casa, como debe de ser. Deben descubrir al hombre que sabe y dice que “La luz es agridulce” que transita “con sabor a membrillo por la sangre”, que hay que “…abrazar el silencio /a la espera de que alguien lo comprenda /y que alguno lo escuche. Y que dice que nada importa un poema inacabado frente a la dureza de la realidad de la vida.

Este poeta de Murcia, de Moratalla, en los campos de Caravaca, que en vez de llevarnos al río de su tierra, aquel de nombre hermoso, el Benamor, pues nos lleva hasta el viejo río de Heráclito y hace que sus aguas parezcan algo más que siempre ser distintas: “Fluye Heráclito y sus aguas se duelen, cantan, se duelen y cantan alegres”. Nunca fue Heráclito tan bien aprovechado.
Este hombre que lleva su conciencia y la muestra a lo más hondo, desde la intimidad suya a la de todos cuando dice: “Cuanto mayor dolor / más conciencia se tiene de estar vivo”.

Hace unos días, por teléfono, me leyó un soneto en una larga conversación telefónica, como si no nos fuéramos a ver en tiempo y habíamos quedado para el día siguiente, y yo no me resisto a leerlo porque en ese soneto él nos cuenta por qué escribe. Como no pertenece al libro Manuel no lo leerá hoy, pero yo sí, el soneto se titula “La casa del olvido” y dice:
“El hecho de escribir no es que me salve /de hacerle frente al mal y de asumirlo / como entrada a la casa del olvido,/la casa de la cual nada se sabe.
El hecho de escribir es que me vale /para poner al sol, mientras escribo,/la sombra en la que voy, como vencido,/envuelto en un temor que nadie sabe.

El hecho de escribir: sacar las dudas,/ ahuyentar esta sombra que me envuelve,/ dejar en el papel el miedo escrito.
Sé que el hecho de hacerlo no me cura; / pero alivia esta lucha que mantiene / mi vida, con la casa del olvido.”

Miren, déjense llevar, sean cómplices del aliento y del desaliento. No les importe asomarse al abismo de un ser humano. Al abismo que es nuestro y todos llevamos dentro. Que no estamos aquí para pasar el rato y se acabó, parece que les estoy riñendo, no, estamos aquí y desde ahora no podremos pensar en poesía sin contar, entre otros muchos, claro, con la voz honda de Manuel López Azorín.

Enrique Gracia Trinidad
Junio de 2001



Enrique Gracia Trinidad es poeta, dibujante y divulgador cultural. Uno de sus principales caminos para la divulgación es la creación y dirección de talleres literarios: poesía, escritura, voz, creatividad y comunicación. Los talleres los dirige en diferentes lugares de España, y de forma ininterrumpida, el Taller de Poesía de Madrid, desde 1991. Coordinó y presentó el programa de lecturas poéticas. Poetas en vivo que, desde 1996, se realizó en la Biblioteca Nacional, generalmente, el último lunes de cada mes.
En teatro promociona talleres para jóvenes y realiza comentarios teatrales.

Su obra poética, compuesta por unos dieciséis libros, entre otros: Encuentros (Accésit del Premio Adonais, 1972) Edit. Rialp. Madrid 1973). Crónicas del Laberinto (Premio Feria del Libro de Madrid, 1991) Edit. Feria del Libro de Madrid, 1992. A quemarropa (Accésit Premio Rafael Morales, 1992) Colecc. Melibea. Talavera de la Reina, 1993. Restos de Almanaque (Premio Blas de Otero, 1993) Colección Nombela. A.E.A.E, Madrid, 1994. Historias para tiempos raros (Premio Bahía, 1994) Colección Bahía. Algeciras, 1995.La pintura de Xu-Zonghui, 1995 , bilingüe chino-castellano, con pintura (Editado en Shanghai, China). Siempre tiempo (Premio Juan Alcaide, 1996) Colección. Juan Alcaide. Valdepeñas, 1997. Sin noticias de Gato de Ursaria (Premio Emilio Alarcos) Editorial Visor, Madrid, 2005. Pentimento, Editorial SIAL, Madrid, 2009
Reunió su obra poética hasta la fecha en Contrafábula (Poesía reunida 1973-2004) Edit. Sial 2004.
La poética del Vértigo (Antología) Estudio y selección de E. Viloria Vera (Univ. Caracas) Edit. Jirones de Azul, Sevilla, 2007
La obra poética de Enrique Gracia Trinidad ha sido traducida a diversos idiomas. En cuanto a su obra gráfica son de destacar sus caricaturas,viñetas de humor, dibujos en revistas, viñetas en prensa, etc.

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